Para el alma
“Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. 1 Jn, 5: 4.
Por Josefina Navarro
Columnista
Cuando leo, veo, escucho, pienso en la palabra fe, veo a Jesús, necesariamente. Lo visualizo en la cruz sufriendo por ti y por mí; lo veo en la resurrección volviendo a la vida sin fin por ti y por mí.
Lo veo cumplir la promesa, esa que no terminó un domingo. La fe y el amor son el centro de la Palabra de Dios, aquel que nos amó primero y que ha sembrado en nuestros corazones la gratitud. Dios nos ama y nosotros le amamos y le creemos.
Si no le creemos, si no tenemos fe en su Palabra, entonces nuestro amor hacia Él es vacío, más bien es inexistente, pero en una relación fe-obras, que debe ser coherente y permanente. Sin la fe que impulse nuestras acciones, los cristianos estaríamos huecos o simplemente no seríamos cristianos.
Por Josefina Navarro
Columnista
Cuando leo, veo, escucho, pienso en la palabra fe, veo a Jesús, necesariamente. Lo visualizo en la cruz sufriendo por ti y por mí; lo veo en la resurrección volviendo a la vida sin fin por ti y por mí.
Lo veo cumplir la promesa, esa que no terminó un domingo. La fe y el amor son el centro de la Palabra de Dios, aquel que nos amó primero y que ha sembrado en nuestros corazones la gratitud. Dios nos ama y nosotros le amamos y le creemos.
Si no le creemos, si no tenemos fe en su Palabra, entonces nuestro amor hacia Él es vacío, más bien es inexistente, pero en una relación fe-obras, que debe ser coherente y permanente. Sin la fe que impulse nuestras acciones, los cristianos estaríamos huecos o simplemente no seríamos cristianos.