¿Uno o varios padres de la Patria?
- Pedro Conde Sturla/El Caribe
Por Pedro Conde Sturla
Articulista
Apoteosis de Washington.
Hoy, con motivode haberse cumplido el pasado jueves 26 del presente mes un nuevo aniversario del natalicio de Juan Padre Duarte, entrego a los lectores un provocativo artículo del desaparecido Dr. Julio Genaro Campillo Pérez titulado “¿Uno o varios padres de la Patria?”. El mismo es un resumen de su prólogo al libro “El Mito de los Padres de la Patria”, del imponderable ensayista y polemista Juan Isidro Jiménez Grullón. El mito, en realidad, se inscribe, dentro de toda una mitología nacional a la que pertenece la derrota de treinta mil indios a manos de un puñado de españoles gracias a la aparición de la virgen de Las Mercedes en el Santo Cerro, en 1495. De esa mitología forma parte el nombre de Quisqueya que inventó un cronista de indias que nunca estuvo en las indias, el mito de la Universidad Primada de América, la famosa carga de los andulleros y la célebre Batalla del 30 de Marzo que existe sólo en la imaginación febril de los patrioteros de profesión.
Leamos, pues, con el apasionamiento que se merece, esta tesis de Campillo Pérez, sobre los tres padres de la patria, que pronto pueden llegar a ser cuatro cuando se produzca, como sucedió con Washington, la inminente apoteosis,la concesión de dignidad divina al monarca constitucional de res Pública.(PCS)].
El dominicano desde su niñez comienza a familiarse entre otras originales costumbres, con la tradicional doctrina del número tres. Así en el hogar aprende la existencia de los “tres Reyes Magos”: Gaspar, Melchor yBaltazar; en la iglesia, “las tres divinas personas”: Padre, Hijo yEspíritu Santo; en la escuela, “los tres Padres de la Patria”:Duarte; Sánchez y Mella. Luego seguirá conociendo: las tres regiones naturales que componen el país: Cibao, Sur y Este; los tres colores de la bandera nacional: azul, rojo y blanco; las tres divisas del lema nacional: Dios, Patria y Libertad; las tres grandes cordilleras: Septentrional, Central y Meridional; los tres grandes dominios fluviales: Yaque del Norte, Yuna y Yaque del Sur; la base triple de tres miembros cada uno que constituían la sociedad patriótica”La Trinitaria” y muchísimos otros “tres”.
En tales circunstancias, resulta un poco extraño que haya personas que aboguen por la desaparición de los tres Padres de la Patria, como lo propugnó Jimenes Grullón, al considerar a dicha tríada como “mito con raíces espúreas”. Cierto es, que el tiempo y la investigación han venido lentamente socavando semejante tríada, al extremo que no resulta aventurado afirmar que la tendencia natural que hoy se manifiesta finalizará en un no muy lejano día con una exterminación de esa tradición. Espontáneamente, sin deliberación previa, en círculos oficiales y privados, se va imponiendo, pese a algunos de sus detractores, una figura central y superior, la figura de Juan Pablo Duarte.
En nuestras múltiples conversaciones y contactos con personas amantes de los estudios históricos, no importa su edad o escuela, hemos podido apreciar la existencia con fuerza de golpeante realidad, sin apasionamientos ni prejuicios,de un sentimiento generalizado y abrumador que proclama a Duarte como el único y verdadero Padre de la Patria. Y no hay que dudar que esa corriente mayoritaria sea la causa de que, a medida que pasa el tiempo, se vayan multiplicando los homenajes y conmemoraciones duartianas, y en cambio, se vayan reduciendo los mismos tributos en favor de Sánchez y de Mella.
Tal consenso no es mero capricho, soberbia inútil o ciega obstinación. Es el fruto de la investigación serena y el estudio desapasionado. Cuando se busca el origen de nuestra nacionalidad y el ideal que la sustentó, cuando se busca la fe prodigiosa que necesitó esa nacionalidad para poder subsistir en una época en la cual se dudaba tanto de ella, se encuentra uno, quiéralo o no, frente a frente, con Juan Pablo Duarte. ¿No es pues aquí donde debe residir la paternidad de la Patria? Porque de ese mismo pensamiento tenaz, de esa misma esperanza invencible, saldrían las posteriores ejecutorias, como fueron la obra inicial del 27 de Febrero y las gloriosas acciones reafirmadoras del 19 deMarzo y del 30 de Marzo. Como lo serían con el correr del tiempo, las batallas de Las Carreras, Santomé, Beller, Sabana Larga; la Restauración Nacional, el rechazo de los proyectos anexionistas de Báez y la resistencia a las ocupaciones norteamericanas de 1916-1924 y de 1965, así .como todos los demás gestos y acciones nacionalistas que registra nuestra historia. No importa que haya presencia física, porque la presencia física desaparece en unas cuantas décadas de vida terrenal, mientras que la Patria dura centurias y más centurias.
Lo que importa es la proyección a través del tiempo del idealnacionalista, ése que mantiene en todo momento la soberanía, la independencia y la dignidad de la República. El fundador, el creador de ese ideal que mantienela vigencia y la realidad de la Patria, es indudablemente el Padre.
Si la presencia de Sánchez y de Mella en la Puerta del Conde es uno de los factores más importantes que se han tomado en cuenta para proclamarlos Padresde la Patria, entonces tendremos que ha habido notoria injusticia con respecto a otros próceres dominicanos. Entonces Padres de la Patria serían Santana por el 19 de Marzo, Imbert y Valerio por el 30 de Marzo; Bobadilla, Báez y Valencia por haber organizado políticamente el Estado Dominicano y así sucesivamente muchos otros pioneros de los primeros días de vida republicana. Porque sin todos esos acontecimientos que se sumaron a su causa, el 27 de Febrero hubiera perecido en su cuna.
En el terreno mortal la primacía de Duarte es reconocida por sus propioscontemporáneos. En la gloria y en la adversidad.
Algunas tradiciones señalan que en Julio de 1843, Sánchez pudo escapar de las persecuciones del Presidente Herard y así quedarse en el país, porque estando enfermo se simuló su fallecimiento y su sepelio en el cementerio de la Iglesiadel Carmen de la ciudad de Santo Domingo. ¿Podría haberse podido aplicar el mismo sistema para esconder a Juan Pablo Duarte? ¿No hubiera la autoridad haitiana realizado una investigación a fondo del caso, para cerciorarse de la verdad de esa muerte? Creemos que la importancia de Duarte lo ameritaba y que los invasores hubieran podido comprobar la falsedad del truco.
Duarte es líder y apóstol, pero jamás caudillo, Líder del Partido nacionalista, trinitario o duartista. Apóstol de la Independencia y de la libertad dominicana. Lo único que no quiso ser fue Caudillo, la postura más práctica en estos medios en desarrollo para adquirir el mando e intervenir con éxito en la política interna de un país. Por eso no triunfó materialmente ni fue gobernante ni jefe de facción.
Su alta moralidad se lo prohibía. Su combatividad no estaba en la guerra fratricida ni en la lucha de partidos, ni en golpes militares, sino que se mostraba solamente, frente al extranjero invasor y a los anti-dominicanos. Después de todo, esa actitud era la que correspondía a un Padre, como lo era él, al no intervenir en las reyertas intestinas de sus hijos. Pero aunque no fué Caudillo tampoco quiso ser segundón de Santana o de Báez, como lo fueron muchos trinitarios y “comunicados”. Prefirió el ostracismo antes que servirle a la línea entreguista y colonialista de estos dos mandones.
La crítica histórica no puede tomar como “vara de medir” la vida y el ejemplo de Duarte para señalar la estatura de los demás prohombres de nuestro acontecer. En Duarte hay un renunciamiento a lo material, una línea invariable al ideal nacionalista, una postura mística, que agregan a su figura patricia elementos conduncentes a consagrar una santidad. Es uno de los libertadores de América más inmaculados y menos ambiciosos. No será un notable intelectual, ni una espada famosa, ni un avezado político, dones que no estarán muy a su alcance.Pero en dimensiones morales, en tenacidad, en labor de propaganda y de conquista proselitista, tiene méritos sobresalientes que lo hacen en esos campos una estrella de primera magnitud.
Si tomáramos las medidas duartianas como ha hecho Jimenes Grullón para enfocar los procederes de Sánchez y de Mella, tenemos que convenir en que habrá fallos y caídas en relación a la línea vertical que se ha empleado como modelo.Aparecerán entonces las infidencias, las inconsecuencias, las “traiciones” en el lenguaje agudo y analítico de Jimenes Grullón.Pero si en cambio, estudiáramos a fondo el medio y las circunstancias que rodearon a estos hombres, tendremos que ser más benignos y hasta más justos, para decir la última palabra sobre ellos.
En un país donde siempre ha brillado la intolerancia de las ideas políticas opuestas, en una época donde había triunfado la idea protectoralista o anexionista, en unos gobiernos en manos de los grandes terratenientes como Santana y Báez, una clase superior a la de los pequeños burgueses como Duarte,Pina y Pérez, sólo se podía mantener una postura inflexible en el exilio, como lo hizo Duarte.
Sánchez y Mella a través de sus actuaciones demostraron no tener las dimensiones idealistas de su maestro como tampoco cualidades de líderes o dirigentespolíticos. Ellos parece que preferían vivir en su patria, cumpliendo con sus deberes de padres de familia y al lado de los suyos, que permanecían en Santo Domingo no como los de Duarte, expulsados en Venezuela. En estas circunstancias tuvieron que plegarse a Santana y a Báez para así poder disfrutar de una relativa tranquilidad para sus vidas y seguridad para sus haciendas, como para las de sus parientes, por lo menos en forma temporal, ya que también hubo más de una ocasión en que tuvieron que tomar forzosamente el camino del destierro.Pero no obstante tales hechos, ambos murieron en “olor de santidad”...
Ambos murieron ofrendando sus vidas a la causa nacionalista, reivindicando sus viejos nombres de patriotas. Sánchez en un cadalso, despiadadamente fusilado. Mella,víctima de cruel enfermedad como consecuencia de su participación en la guerra restauradora. El balance de ambos es positivo, muy superior a muchos otros de sus contemporáneos. Por eso, si no pueden estar en las elevadas alturas de Padres de la Patria, hay que reconocer en ellos proceridad ... (Dr.Julio Genaro Campillo Pérez).
pcs, jueves, 26 de enero de 2012.
Por Pedro Conde Sturla
Articulista
Apoteosis de Washington.
Hoy, con motivode haberse cumplido el pasado jueves 26 del presente mes un nuevo aniversario del natalicio de Juan Padre Duarte, entrego a los lectores un provocativo artículo del desaparecido Dr. Julio Genaro Campillo Pérez titulado “¿Uno o varios padres de la Patria?”. El mismo es un resumen de su prólogo al libro “El Mito de los Padres de la Patria”, del imponderable ensayista y polemista Juan Isidro Jiménez Grullón. El mito, en realidad, se inscribe, dentro de toda una mitología nacional a la que pertenece la derrota de treinta mil indios a manos de un puñado de españoles gracias a la aparición de la virgen de Las Mercedes en el Santo Cerro, en 1495. De esa mitología forma parte el nombre de Quisqueya que inventó un cronista de indias que nunca estuvo en las indias, el mito de la Universidad Primada de América, la famosa carga de los andulleros y la célebre Batalla del 30 de Marzo que existe sólo en la imaginación febril de los patrioteros de profesión.
Leamos, pues, con el apasionamiento que se merece, esta tesis de Campillo Pérez, sobre los tres padres de la patria, que pronto pueden llegar a ser cuatro cuando se produzca, como sucedió con Washington, la inminente apoteosis,la concesión de dignidad divina al monarca constitucional de res Pública.(PCS)].
El dominicano desde su niñez comienza a familiarse entre otras originales costumbres, con la tradicional doctrina del número tres. Así en el hogar aprende la existencia de los “tres Reyes Magos”: Gaspar, Melchor yBaltazar; en la iglesia, “las tres divinas personas”: Padre, Hijo yEspíritu Santo; en la escuela, “los tres Padres de la Patria”:Duarte; Sánchez y Mella. Luego seguirá conociendo: las tres regiones naturales que componen el país: Cibao, Sur y Este; los tres colores de la bandera nacional: azul, rojo y blanco; las tres divisas del lema nacional: Dios, Patria y Libertad; las tres grandes cordilleras: Septentrional, Central y Meridional; los tres grandes dominios fluviales: Yaque del Norte, Yuna y Yaque del Sur; la base triple de tres miembros cada uno que constituían la sociedad patriótica”La Trinitaria” y muchísimos otros “tres”.
En tales circunstancias, resulta un poco extraño que haya personas que aboguen por la desaparición de los tres Padres de la Patria, como lo propugnó Jimenes Grullón, al considerar a dicha tríada como “mito con raíces espúreas”. Cierto es, que el tiempo y la investigación han venido lentamente socavando semejante tríada, al extremo que no resulta aventurado afirmar que la tendencia natural que hoy se manifiesta finalizará en un no muy lejano día con una exterminación de esa tradición. Espontáneamente, sin deliberación previa, en círculos oficiales y privados, se va imponiendo, pese a algunos de sus detractores, una figura central y superior, la figura de Juan Pablo Duarte.
En nuestras múltiples conversaciones y contactos con personas amantes de los estudios históricos, no importa su edad o escuela, hemos podido apreciar la existencia con fuerza de golpeante realidad, sin apasionamientos ni prejuicios,de un sentimiento generalizado y abrumador que proclama a Duarte como el único y verdadero Padre de la Patria. Y no hay que dudar que esa corriente mayoritaria sea la causa de que, a medida que pasa el tiempo, se vayan multiplicando los homenajes y conmemoraciones duartianas, y en cambio, se vayan reduciendo los mismos tributos en favor de Sánchez y de Mella.
Tal consenso no es mero capricho, soberbia inútil o ciega obstinación. Es el fruto de la investigación serena y el estudio desapasionado. Cuando se busca el origen de nuestra nacionalidad y el ideal que la sustentó, cuando se busca la fe prodigiosa que necesitó esa nacionalidad para poder subsistir en una época en la cual se dudaba tanto de ella, se encuentra uno, quiéralo o no, frente a frente, con Juan Pablo Duarte. ¿No es pues aquí donde debe residir la paternidad de la Patria? Porque de ese mismo pensamiento tenaz, de esa misma esperanza invencible, saldrían las posteriores ejecutorias, como fueron la obra inicial del 27 de Febrero y las gloriosas acciones reafirmadoras del 19 deMarzo y del 30 de Marzo. Como lo serían con el correr del tiempo, las batallas de Las Carreras, Santomé, Beller, Sabana Larga; la Restauración Nacional, el rechazo de los proyectos anexionistas de Báez y la resistencia a las ocupaciones norteamericanas de 1916-1924 y de 1965, así .como todos los demás gestos y acciones nacionalistas que registra nuestra historia. No importa que haya presencia física, porque la presencia física desaparece en unas cuantas décadas de vida terrenal, mientras que la Patria dura centurias y más centurias.
Lo que importa es la proyección a través del tiempo del idealnacionalista, ése que mantiene en todo momento la soberanía, la independencia y la dignidad de la República. El fundador, el creador de ese ideal que mantienela vigencia y la realidad de la Patria, es indudablemente el Padre.
Si la presencia de Sánchez y de Mella en la Puerta del Conde es uno de los factores más importantes que se han tomado en cuenta para proclamarlos Padresde la Patria, entonces tendremos que ha habido notoria injusticia con respecto a otros próceres dominicanos. Entonces Padres de la Patria serían Santana por el 19 de Marzo, Imbert y Valerio por el 30 de Marzo; Bobadilla, Báez y Valencia por haber organizado políticamente el Estado Dominicano y así sucesivamente muchos otros pioneros de los primeros días de vida republicana. Porque sin todos esos acontecimientos que se sumaron a su causa, el 27 de Febrero hubiera perecido en su cuna.
En el terreno mortal la primacía de Duarte es reconocida por sus propioscontemporáneos. En la gloria y en la adversidad.
Algunas tradiciones señalan que en Julio de 1843, Sánchez pudo escapar de las persecuciones del Presidente Herard y así quedarse en el país, porque estando enfermo se simuló su fallecimiento y su sepelio en el cementerio de la Iglesiadel Carmen de la ciudad de Santo Domingo. ¿Podría haberse podido aplicar el mismo sistema para esconder a Juan Pablo Duarte? ¿No hubiera la autoridad haitiana realizado una investigación a fondo del caso, para cerciorarse de la verdad de esa muerte? Creemos que la importancia de Duarte lo ameritaba y que los invasores hubieran podido comprobar la falsedad del truco.
Duarte es líder y apóstol, pero jamás caudillo, Líder del Partido nacionalista, trinitario o duartista. Apóstol de la Independencia y de la libertad dominicana. Lo único que no quiso ser fue Caudillo, la postura más práctica en estos medios en desarrollo para adquirir el mando e intervenir con éxito en la política interna de un país. Por eso no triunfó materialmente ni fue gobernante ni jefe de facción.
Su alta moralidad se lo prohibía. Su combatividad no estaba en la guerra fratricida ni en la lucha de partidos, ni en golpes militares, sino que se mostraba solamente, frente al extranjero invasor y a los anti-dominicanos. Después de todo, esa actitud era la que correspondía a un Padre, como lo era él, al no intervenir en las reyertas intestinas de sus hijos. Pero aunque no fué Caudillo tampoco quiso ser segundón de Santana o de Báez, como lo fueron muchos trinitarios y “comunicados”. Prefirió el ostracismo antes que servirle a la línea entreguista y colonialista de estos dos mandones.
La crítica histórica no puede tomar como “vara de medir” la vida y el ejemplo de Duarte para señalar la estatura de los demás prohombres de nuestro acontecer. En Duarte hay un renunciamiento a lo material, una línea invariable al ideal nacionalista, una postura mística, que agregan a su figura patricia elementos conduncentes a consagrar una santidad. Es uno de los libertadores de América más inmaculados y menos ambiciosos. No será un notable intelectual, ni una espada famosa, ni un avezado político, dones que no estarán muy a su alcance.Pero en dimensiones morales, en tenacidad, en labor de propaganda y de conquista proselitista, tiene méritos sobresalientes que lo hacen en esos campos una estrella de primera magnitud.
Si tomáramos las medidas duartianas como ha hecho Jimenes Grullón para enfocar los procederes de Sánchez y de Mella, tenemos que convenir en que habrá fallos y caídas en relación a la línea vertical que se ha empleado como modelo.Aparecerán entonces las infidencias, las inconsecuencias, las “traiciones” en el lenguaje agudo y analítico de Jimenes Grullón.Pero si en cambio, estudiáramos a fondo el medio y las circunstancias que rodearon a estos hombres, tendremos que ser más benignos y hasta más justos, para decir la última palabra sobre ellos.
En un país donde siempre ha brillado la intolerancia de las ideas políticas opuestas, en una época donde había triunfado la idea protectoralista o anexionista, en unos gobiernos en manos de los grandes terratenientes como Santana y Báez, una clase superior a la de los pequeños burgueses como Duarte,Pina y Pérez, sólo se podía mantener una postura inflexible en el exilio, como lo hizo Duarte.
Sánchez y Mella a través de sus actuaciones demostraron no tener las dimensiones idealistas de su maestro como tampoco cualidades de líderes o dirigentespolíticos. Ellos parece que preferían vivir en su patria, cumpliendo con sus deberes de padres de familia y al lado de los suyos, que permanecían en Santo Domingo no como los de Duarte, expulsados en Venezuela. En estas circunstancias tuvieron que plegarse a Santana y a Báez para así poder disfrutar de una relativa tranquilidad para sus vidas y seguridad para sus haciendas, como para las de sus parientes, por lo menos en forma temporal, ya que también hubo más de una ocasión en que tuvieron que tomar forzosamente el camino del destierro.Pero no obstante tales hechos, ambos murieron en “olor de santidad”...
Ambos murieron ofrendando sus vidas a la causa nacionalista, reivindicando sus viejos nombres de patriotas. Sánchez en un cadalso, despiadadamente fusilado. Mella,víctima de cruel enfermedad como consecuencia de su participación en la guerra restauradora. El balance de ambos es positivo, muy superior a muchos otros de sus contemporáneos. Por eso, si no pueden estar en las elevadas alturas de Padres de la Patria, hay que reconocer en ellos proceridad ... (Dr.Julio Genaro Campillo Pérez).
pcs, jueves, 26 de enero de 2012.