Ocoa, azotada por la naturaleza
Durante décadas, la provincia sureña ha sido de las más afectadas por tormentas, ciclones y temblores de tierra
Varias edificaciones quedaron agrietadas tras el sismo del jueves.
Hay personas que han llegado a pensar que debemos trasladar el pueblo para otro lugar”. Así describe Nieves Báez, presidenta de la Fundación Ocoa de Pie, el grado de temor que viven los munícipes de un pueblo que en las últimas décadas ha sido fuertemente golpeado por intensos fenómenos naturales.
Desplomes de puentes, carreteras deterioradas, comunidades incomunicadas, cientos de millones de pesos en pérdidas en la producción agrícola, fundamentalmente ocasionados por despiadados ciclones y tormentas, y el pánico de residir encima de una falla geológica que socaba la tranquilidad de sus habitantes, resume el cuadro desolador de una localidad que exige mayor atención oficial y un plan de asistencia masiva debidamente planificado, para enfrentar cualquier eventualidad vinculada a los inevitables designios de la naturaleza.
El temblor de tierra de 5.2 en la escala de Richter, ocurrido el pasado miércoles en Ocoa, sorprendió a toda la población dominicana, que vivió por segundos el pavor que hace casi dos años experimentó el vecino país Haití, cuando un terremoto destruyó gran parte de su capital Puerto Príncipe.
Pero para los ocoeños, acostumbrados a lidiar con feroces tormentas que han dejado derrumbes, inundaciones, hambre y desolación, este temblor no representa nada nuevo en sus vidas. Esto así, porque no es la primera vez que la Falla de Ocoa causa estragos en este poblado y zonas aledañas.
En 1962, esta provincia enclavada entre montañas fue estremecida por un evento de magnitud 6.5 que provocó serios daños; en 1980 ocurrió un sismo de 6.0 y en el 1990 fue nuevamente sacudida por un fuerte temblor de tierra.
“Esos son puntos que nos han preocupado mucho y desde siempre, por estar Ocoa ubicada en esa falla, es muy vulnerable a estos fenómenos, y, además, cuando viene cualquier temporada ciclónica también nos vemos muy afectados”, señala Báez. Y tiene razón esta ocoeña, pues en el pasado reciente, cuando el paso por el país de las tormentas Noel y Olga, en el año 2007, la provincia sufrió unos de los reveses más severos en todo su historial de calamidades atmosféricas.
En esa época, el paso conocido como El Limón, a la entrada de Ocoa, fue totalmente destruido por estas tormentas. La provincia estuvo incomunicada por varias semanas y los campesinos que tradicionalmente transportan sus productos por esa vía tenían que cargar a cuestas y entre montañas el resultado final de sus cosechas.
Trauma
La experiencia de Noel y Olga es recordada por las personas de ese lugar como una de sus peores pesadillas, porque la desesperación, el llanto y la impotencia se apoderó de miles de munícipes que viven en otros pueblos y no tenían la forma de hacerle llegar ayuda a sus parientes, apartados por el asombroso derrumbe de su principal vía de acceso.
En ese momento, las autoridades de Obras Públicas no resolvieron definitivamente el problema y lo que hicieron fue habilitar un paso provisional, rellenando el vacío dejado por el derrumbe con material procedente de la montaña que lo provocó.
Para la temporada ciclónica del 2010, las frecuentes lluvias estimularon el agrietamiento de este punto, hundiendo el terreno carretero en más de un pie de altura, lo que revivió la incertidumbre de los ocoeños por el temor a quedar nuevamente apartado del resto del país. El problema no se ha resuelto todavía.
Noel y Olga también deterioraron el puente que enlaza a Ocoa con los municipios Sabana Larga, Rancho Arriba y otras comunidades. Las autoridades dispusieron la reconstrucción del puente, por un monto ascendente a unos 968 mil euros. Pero los aguaceros que el año pasado trajo consigo el huracán Irene volvieron a derribar los aproches de este paso, la historia se repitió: el pueblo se mantuvo incomunicado durante varias semanas y con ello la secuela de angustias y desesperación.
Georges y David
El furioso huracán Georges, en el 1998, se une a los fenómenos que han arrasado esta provincia. Para esa fecha se informó de 2,000 casas total y parcialmente destruidas, decenas de comunidades incomunicadas, sistemas de agua potable averiados y la agricultura devastada fue el informe que en ese entonces dio a conocer la Comisión de Desastre de este municipio.
Las autoridades de la Defensa Civil registraron que esta fue una de las provincias más lesionadas, por este huracán. En el 1979, las autoridades dijeron que San José de Ocoa fue la zona más afectada por los devastadores vientos del huracán David. Una idea de la fuerza con que este fenómeno asoló esta provincia se puede apreciar en el dato de que los organismos de emergencia reportaron que más de 30 mil árboles fueron derribados al noroeste de esa localidad.
La principal queja de los ocoeños es que desde el primer sacudión de tierra que hace cinco décadas estremeció casas y corazones, ningún gobierno se ha empeñado en elaborar un plan de acción serio y efectivo de alcances futuros, sino que focalizan su atención a situaciones coyunturales, como el temblor acontecido este miércoles.
“Las autoridades no han tomado las medidas, para que inmediatamente, cuando suceden estos fenómenos, se establezcan planes de acción ágiles y efectivos”, critica Báez. Los sectores organizados de Ocoa entienden que no basta con visitar la provincia después de la tragedia. “Eso no es suficiente. El primer operativo es preparar al pueblo para estos acontecimientos”, sostiene la presidenta de Ocoa de Pie.
Huellas sicológicas de estos fenómenos
El siquiatra Luis Rafael Serret observa que los fenómenos naturales suelen originar un sentimiento de pánico en las personas, que generalmente pueden repercutir en afecciones como dolores de cabeza, sudoración, taquicardia y pérdida de seguridad.
“A veces, eso se transmite en cambios significativos en la esfera afectiva y entonces muchas personas, de acuerdo a su personalidad, pueden tener manifestaciones afectivas de una gran inseguridad. Algunas gentes viven en incertidumbre y eso acarrea disminución de sus actividades cotidianas. Muchos se traumatizan”, expuso el doctor Serret, consultado sobre el efecto emocional que podría causar en los ocoeños haber vivido múltiples experiencias calamitosas.
Varias edificaciones quedaron agrietadas tras el sismo del jueves.
Hay personas que han llegado a pensar que debemos trasladar el pueblo para otro lugar”. Así describe Nieves Báez, presidenta de la Fundación Ocoa de Pie, el grado de temor que viven los munícipes de un pueblo que en las últimas décadas ha sido fuertemente golpeado por intensos fenómenos naturales.
Desplomes de puentes, carreteras deterioradas, comunidades incomunicadas, cientos de millones de pesos en pérdidas en la producción agrícola, fundamentalmente ocasionados por despiadados ciclones y tormentas, y el pánico de residir encima de una falla geológica que socaba la tranquilidad de sus habitantes, resume el cuadro desolador de una localidad que exige mayor atención oficial y un plan de asistencia masiva debidamente planificado, para enfrentar cualquier eventualidad vinculada a los inevitables designios de la naturaleza.
El temblor de tierra de 5.2 en la escala de Richter, ocurrido el pasado miércoles en Ocoa, sorprendió a toda la población dominicana, que vivió por segundos el pavor que hace casi dos años experimentó el vecino país Haití, cuando un terremoto destruyó gran parte de su capital Puerto Príncipe.
Pero para los ocoeños, acostumbrados a lidiar con feroces tormentas que han dejado derrumbes, inundaciones, hambre y desolación, este temblor no representa nada nuevo en sus vidas. Esto así, porque no es la primera vez que la Falla de Ocoa causa estragos en este poblado y zonas aledañas.
En 1962, esta provincia enclavada entre montañas fue estremecida por un evento de magnitud 6.5 que provocó serios daños; en 1980 ocurrió un sismo de 6.0 y en el 1990 fue nuevamente sacudida por un fuerte temblor de tierra.
“Esos son puntos que nos han preocupado mucho y desde siempre, por estar Ocoa ubicada en esa falla, es muy vulnerable a estos fenómenos, y, además, cuando viene cualquier temporada ciclónica también nos vemos muy afectados”, señala Báez. Y tiene razón esta ocoeña, pues en el pasado reciente, cuando el paso por el país de las tormentas Noel y Olga, en el año 2007, la provincia sufrió unos de los reveses más severos en todo su historial de calamidades atmosféricas.
En esa época, el paso conocido como El Limón, a la entrada de Ocoa, fue totalmente destruido por estas tormentas. La provincia estuvo incomunicada por varias semanas y los campesinos que tradicionalmente transportan sus productos por esa vía tenían que cargar a cuestas y entre montañas el resultado final de sus cosechas.
Trauma
La experiencia de Noel y Olga es recordada por las personas de ese lugar como una de sus peores pesadillas, porque la desesperación, el llanto y la impotencia se apoderó de miles de munícipes que viven en otros pueblos y no tenían la forma de hacerle llegar ayuda a sus parientes, apartados por el asombroso derrumbe de su principal vía de acceso.
En ese momento, las autoridades de Obras Públicas no resolvieron definitivamente el problema y lo que hicieron fue habilitar un paso provisional, rellenando el vacío dejado por el derrumbe con material procedente de la montaña que lo provocó.
Para la temporada ciclónica del 2010, las frecuentes lluvias estimularon el agrietamiento de este punto, hundiendo el terreno carretero en más de un pie de altura, lo que revivió la incertidumbre de los ocoeños por el temor a quedar nuevamente apartado del resto del país. El problema no se ha resuelto todavía.
Noel y Olga también deterioraron el puente que enlaza a Ocoa con los municipios Sabana Larga, Rancho Arriba y otras comunidades. Las autoridades dispusieron la reconstrucción del puente, por un monto ascendente a unos 968 mil euros. Pero los aguaceros que el año pasado trajo consigo el huracán Irene volvieron a derribar los aproches de este paso, la historia se repitió: el pueblo se mantuvo incomunicado durante varias semanas y con ello la secuela de angustias y desesperación.
Georges y David
El furioso huracán Georges, en el 1998, se une a los fenómenos que han arrasado esta provincia. Para esa fecha se informó de 2,000 casas total y parcialmente destruidas, decenas de comunidades incomunicadas, sistemas de agua potable averiados y la agricultura devastada fue el informe que en ese entonces dio a conocer la Comisión de Desastre de este municipio.
Las autoridades de la Defensa Civil registraron que esta fue una de las provincias más lesionadas, por este huracán. En el 1979, las autoridades dijeron que San José de Ocoa fue la zona más afectada por los devastadores vientos del huracán David. Una idea de la fuerza con que este fenómeno asoló esta provincia se puede apreciar en el dato de que los organismos de emergencia reportaron que más de 30 mil árboles fueron derribados al noroeste de esa localidad.
La principal queja de los ocoeños es que desde el primer sacudión de tierra que hace cinco décadas estremeció casas y corazones, ningún gobierno se ha empeñado en elaborar un plan de acción serio y efectivo de alcances futuros, sino que focalizan su atención a situaciones coyunturales, como el temblor acontecido este miércoles.
“Las autoridades no han tomado las medidas, para que inmediatamente, cuando suceden estos fenómenos, se establezcan planes de acción ágiles y efectivos”, critica Báez. Los sectores organizados de Ocoa entienden que no basta con visitar la provincia después de la tragedia. “Eso no es suficiente. El primer operativo es preparar al pueblo para estos acontecimientos”, sostiene la presidenta de Ocoa de Pie.
Huellas sicológicas de estos fenómenos
El siquiatra Luis Rafael Serret observa que los fenómenos naturales suelen originar un sentimiento de pánico en las personas, que generalmente pueden repercutir en afecciones como dolores de cabeza, sudoración, taquicardia y pérdida de seguridad.
“A veces, eso se transmite en cambios significativos en la esfera afectiva y entonces muchas personas, de acuerdo a su personalidad, pueden tener manifestaciones afectivas de una gran inseguridad. Algunas gentes viven en incertidumbre y eso acarrea disminución de sus actividades cotidianas. Muchos se traumatizan”, expuso el doctor Serret, consultado sobre el efecto emocional que podría causar en los ocoeños haber vivido múltiples experiencias calamitosas.