Lo grande y lo pequeño
Por: Manuel Hidalgo
Las opiniones del escritor y marino mercante Joseph Conrad sobre las causas y el contexto del hundimiento del Titanic -en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912-, el más grande y lujoso barco de pasajeros jamás botado, se recogen -recopilación de dos extensos artículos- en El Titanic (Gadir).
Conrad, como especialista por su experiencia personal en la Marina, despliega muchos argumentos profesionales sobre la causas del accidente, que serán del interés del lector fascinado por la magnitud de la hecatombe desencadenada por la colisión del barco contra un inesperado iceberg al sur de Terranova. Mito, leyenda, metáfora, tragedia. Pero Conrad, escribiendo con conocimiento semanas después, lleva su crítica, por un lado, a factores prácticos muy precisos y, por otro, a factores de mentalidad y pensamiento, factores conceptuales, que siguen siendo de interés. Me quedo, hoy, con estos últimos.
Escribe Conrad a propósito de quienes, constructores y periodistas, ensalzaron la grandiosidad del Titanic: "Monjes de un oráculo fallido que todavía perseveran en el oráculo. Se supone que son los ministros del progreso. Pero el simple aumento de tamaño no es progreso".
Me quedo con eso: el simple aumento del tamaño no es progreso. La cantidad, la extensión, la potencia, el peso. El volumen o la altura no tienen por qué ser cualidades sintomáticas del progreso. En esta mentalidad, anida todavía un mito bíblico y babélico -Torre de Babel-, es decir, lo grande, lo alto y lo potente como síntoma de un poder del hombre que, sin duda, quiere competir con un poder de los dioses y superar el complejo de inferioridad -pequeñez- del hombre frente a la cuantiosa inmensidad del Universo.
Esto colea: el edificio más grande, la concentración más numerosa. El mayor contingente de personas concentrado con un objetivo. La Macroeconomía. Los récords, los superventas. Las mayorías. El espíritu Guinness. Todo ello, como sugiere Conrad, pensando que el aumento de lo grande ejemplifica el progreso.
Pero no. Ahora hay, como poco, una dialéctica entre lo grande y lo pequeño. "Small is beautiful", lo pequeño es hermoso, que dijo el economista E.F. Schumacher en 1973. El minimalismo y la nanotecnología han plantado cara, en el arte y en la técnica, a la idea de que el progreso consiste en aumentar tamaño o cantidad. Al contrario. Resumir, sintetizar, esencializar, despojar o minimizar tamaño, peso y cantidad -en relación a cualidad y función-, también, y sobre todo, es progreso. Véanse electrodomésticos, teléfonos, ordenadores etc.
Pero sigue habiendo una pelea entre lo grande -como el Titanic- y lo pequeño en la mentalidad de las gentes.
Las opiniones del escritor y marino mercante Joseph Conrad sobre las causas y el contexto del hundimiento del Titanic -en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912-, el más grande y lujoso barco de pasajeros jamás botado, se recogen -recopilación de dos extensos artículos- en El Titanic (Gadir).
Conrad, como especialista por su experiencia personal en la Marina, despliega muchos argumentos profesionales sobre la causas del accidente, que serán del interés del lector fascinado por la magnitud de la hecatombe desencadenada por la colisión del barco contra un inesperado iceberg al sur de Terranova. Mito, leyenda, metáfora, tragedia. Pero Conrad, escribiendo con conocimiento semanas después, lleva su crítica, por un lado, a factores prácticos muy precisos y, por otro, a factores de mentalidad y pensamiento, factores conceptuales, que siguen siendo de interés. Me quedo, hoy, con estos últimos.
Escribe Conrad a propósito de quienes, constructores y periodistas, ensalzaron la grandiosidad del Titanic: "Monjes de un oráculo fallido que todavía perseveran en el oráculo. Se supone que son los ministros del progreso. Pero el simple aumento de tamaño no es progreso".
Me quedo con eso: el simple aumento del tamaño no es progreso. La cantidad, la extensión, la potencia, el peso. El volumen o la altura no tienen por qué ser cualidades sintomáticas del progreso. En esta mentalidad, anida todavía un mito bíblico y babélico -Torre de Babel-, es decir, lo grande, lo alto y lo potente como síntoma de un poder del hombre que, sin duda, quiere competir con un poder de los dioses y superar el complejo de inferioridad -pequeñez- del hombre frente a la cuantiosa inmensidad del Universo.
Esto colea: el edificio más grande, la concentración más numerosa. El mayor contingente de personas concentrado con un objetivo. La Macroeconomía. Los récords, los superventas. Las mayorías. El espíritu Guinness. Todo ello, como sugiere Conrad, pensando que el aumento de lo grande ejemplifica el progreso.
Pero no. Ahora hay, como poco, una dialéctica entre lo grande y lo pequeño. "Small is beautiful", lo pequeño es hermoso, que dijo el economista E.F. Schumacher en 1973. El minimalismo y la nanotecnología han plantado cara, en el arte y en la técnica, a la idea de que el progreso consiste en aumentar tamaño o cantidad. Al contrario. Resumir, sintetizar, esencializar, despojar o minimizar tamaño, peso y cantidad -en relación a cualidad y función-, también, y sobre todo, es progreso. Véanse electrodomésticos, teléfonos, ordenadores etc.
Pero sigue habiendo una pelea entre lo grande -como el Titanic- y lo pequeño en la mentalidad de las gentes.