El asesinato de Guillermo Moncada (I)
Por: César Nicolás Penson Paulus
Articulista
Hoy precisamente, por azares inescrutables del destino, se cumplen dos meses del brutal asesinato de Guillermo Silvestre Moncada Aybar.
A su memoria, y para que su inesperada e inexplicable partida, fruto violento de la sinrazón, y sin propósito aparente, tenga sentido. Que se convierta en semilla para la necesaria rectificación de actitudes y acciones, de una sociedad enferma de violencia, este mi primer artículo del 2012. Guillermo es nombre masculino de origen germánico que significa “aquel que es protector decidido”, como si el nuestro, hubiese nacido marcado en su personalidad y principios de vida.
Wilhelm en alemán; Guillaume en francés, William en inglés; Guillén en aragonés. El santoral tiene decenas de santos con ese nombre, con onomástico a lo largo del año. En los caracteres que le atribuyen los que atan la personalidad del individuo al nombre, dicen que “la generosidad no está alejada de sus tratos económicos cuando se respeta su libertad de administración” y que “son de naturaleza emotiva y expresivos que lo hacen en línea recta; son consistentes y aman lo sólido, lo que crece y lo protegen”. Pálido retrato de Guillermo Moncada, heredero de una diáfana personalidad de su fallecido padre del mismo nombre, hondureño-norteamericano que encontró destino en esta patria, haciéndose más dominicano que los de ombligo criollo. Su madre, Rosalía Aybar Garrigosa, aporta claros rasgos de sensibilidad, responsabilidad y compromiso, arropándolo con una atmósfera de fuertes lazos familiares.
Miércoles 28 de agosto de 1957, su nacimiento, bajo el signo de Virgo según el Zodíaco y en el año del Gallo, según los chinos. Santiago, lugar en que el destino lo junta con Juli J. Wellisch Miller, descendiente de dominicana y judío, de los laboriosos radicados en Sosúa, coincidiendo como estudiante en la PUCMM, en aventura amorosa que culmina en matrimonio, oficiado en curiosa “ceremonia ecuménica judío-católica” en su propia colonia hebrea. Tres vástagos: un varón, dos hembras, coronan la relación, núcleo familiar de abundante amor, relación fluida y solidaridad probada por eventos tristes del pasado, dolores que marcaron a todos de manera individual.
Juli, expresa sus cualidades naturales: “impavidez, pureza de corazón, firmeza en el conocimiento, franqueza, inocuidad, veracidad, ausencia de ira, renuncia, paz, ausencia de doblez, compasión, ausencia de codicia, amabilidad, modestia, vigor, perdón, fortaleza, pureza, ausencia de odio, humildad.
Se indignaba ante la injusticia, el abuso, el atropello y la falta de respeto hacia otro ser humano; que se podía discutir, pero que no había necesidad de herir los sentimientos de la persona con la que se tuviera diferencias”.
Articulista
Hoy precisamente, por azares inescrutables del destino, se cumplen dos meses del brutal asesinato de Guillermo Silvestre Moncada Aybar.
A su memoria, y para que su inesperada e inexplicable partida, fruto violento de la sinrazón, y sin propósito aparente, tenga sentido. Que se convierta en semilla para la necesaria rectificación de actitudes y acciones, de una sociedad enferma de violencia, este mi primer artículo del 2012. Guillermo es nombre masculino de origen germánico que significa “aquel que es protector decidido”, como si el nuestro, hubiese nacido marcado en su personalidad y principios de vida.
Wilhelm en alemán; Guillaume en francés, William en inglés; Guillén en aragonés. El santoral tiene decenas de santos con ese nombre, con onomástico a lo largo del año. En los caracteres que le atribuyen los que atan la personalidad del individuo al nombre, dicen que “la generosidad no está alejada de sus tratos económicos cuando se respeta su libertad de administración” y que “son de naturaleza emotiva y expresivos que lo hacen en línea recta; son consistentes y aman lo sólido, lo que crece y lo protegen”. Pálido retrato de Guillermo Moncada, heredero de una diáfana personalidad de su fallecido padre del mismo nombre, hondureño-norteamericano que encontró destino en esta patria, haciéndose más dominicano que los de ombligo criollo. Su madre, Rosalía Aybar Garrigosa, aporta claros rasgos de sensibilidad, responsabilidad y compromiso, arropándolo con una atmósfera de fuertes lazos familiares.
Miércoles 28 de agosto de 1957, su nacimiento, bajo el signo de Virgo según el Zodíaco y en el año del Gallo, según los chinos. Santiago, lugar en que el destino lo junta con Juli J. Wellisch Miller, descendiente de dominicana y judío, de los laboriosos radicados en Sosúa, coincidiendo como estudiante en la PUCMM, en aventura amorosa que culmina en matrimonio, oficiado en curiosa “ceremonia ecuménica judío-católica” en su propia colonia hebrea. Tres vástagos: un varón, dos hembras, coronan la relación, núcleo familiar de abundante amor, relación fluida y solidaridad probada por eventos tristes del pasado, dolores que marcaron a todos de manera individual.
Juli, expresa sus cualidades naturales: “impavidez, pureza de corazón, firmeza en el conocimiento, franqueza, inocuidad, veracidad, ausencia de ira, renuncia, paz, ausencia de doblez, compasión, ausencia de codicia, amabilidad, modestia, vigor, perdón, fortaleza, pureza, ausencia de odio, humildad.
Se indignaba ante la injusticia, el abuso, el atropello y la falta de respeto hacia otro ser humano; que se podía discutir, pero que no había necesidad de herir los sentimientos de la persona con la que se tuviera diferencias”.