El Apocalipsis que nunca llegó

Por: Javier García Blanco

La Batalla de Alejandro Magno de Albrecht Artdorfer | Crédito: Wikimedia Commons.

A lo largo de la Historia, la Humanidad ha temido la llegada del fin de los tiempos. En la actualidad, le ha tocado el turno a una supuesta profecía maya —que como ya sabréis señala a diciembre de este año 2012 como fecha del acabose—, pero antes fueron las cuartetas de Nostradamus, los terrores del Año Mil y otros tantos malos augurios más… El siglo XVI no escapó a tales presagios, pero lo que más nos interesa aquí es que ciertos artistas de renombre se hicieron eco de dichos temores, plasmándolos en sus obras de arte.

Si echamos un vistazo a La batalla de Alejandro Magno (1528), una de las pinturas más destacadas del alemán Albretch Altdorfer, encontraremos un buen ejemplo de ello. La obra representa la batalla de Alejandro en

Isos hacia el 333 a.C., pero tiene una doble lectura: la victoria de Alejandro sobre los persas está haciendo alusión al enfrentamiento entre cristianos y musulmanes (turcos) en la época de Artdorfer. Así, al igual que Alejandro había vencido a los persas, ahora el cristianismo derrotaría a los turcos. Una parte importante del lienzo (el tercio superior), está ocupada por un cielo amenazante, con una luna creciente en la esquina izquierda y el sol poniente en el lado derecho. Estos dos astros eran símbolos del islam (Luna) y el cristianismo (Sol), pero lo más importante es el aspecto amenazador del cielo, que parece anunciar un suceso temible.


Detalle del apocalíptico Sol en la pintura de Altdorfer | Crédito: Wikimedia Commons.

Hoy los investigadores no tienen duda de que Artdorfer empleó, como fuente principal de su pintura, la obra Crónica Universal, de su compatriota Hartmann Schedel, publicada unas décadas antes. En ella se hacía referencia a distintos hechos históricos —entre ellos la batalla de Isos—, pero también al convencimiento de su autor de que el fin del mundo estaba próximo. Schedel creía que la historia de la Humanidad se dividía en siete edades y, según sus cálculos, en su época se estaba llegando ya al final de la última. Y no era el único. El mismísimo Lutero estaba también convencido de ello. A diferencia de Schedel, el principal inspirador de la Reforma Protestante se basaba en unos vaticinios del profeta Daniel, quien habría anunciado que tras cuatro imperios, llegaría el reino de Dios.

Estos imperios serían el babilonio, el persa, el griego y el romano. Puesto que el Imperio Romano había llegado a su fin siglos atrás, en la época se pensaba que continuaba en cierto modo bajo la Iglesia de Roma. Lutero decía haber sufrido muchas pesadillas en las que contemplaba la llegada del Juicio Final, y así lo reflejan los textos de algunos de sus contemporáneos que conversaron con él acerca de la cuestión.

Sin duda, tanto el texto de Schedel como las ideas que circulaban en la época —y que creían personajes de la talla de Lutero—, influyeron en la pintura de Altdorfer, que nos legó esa inquietante puesta de Sol, con el astro rey rodeado por nubes amenazantes.

Mucho más clara —por contar con el propio testimonio del protagonista— es la vinculación entre la siguiente obra, realizada por el mismísimo Durero, y el miedo al Apocalipsis que se vivía en aquellos años.

'Visión onírica', la pesadilla apocalíptica soñada por Durero | Crédito: Wikimedia Co …

La obra en cuestión es una acuarela, y se conserva en el Kunsthistorischen Museum de Viena. La pequeña pieza, de solo 30 por 43 centímetros, lleva el sugerente título de Visión onírica, pues representa, ni más ni menos, una terrible pesadilla que Durero tuvo en 1525. En la noche del 7 al 8 de junio de aquel año, el artista alemán se despertó temblando, envuelto en sudores, atemorizado por el "espectáculo" que su mente había creado para él.

Cuando se levantó a la mañana siguiente, Durero se dirigió rápidamente a su taller y pintó de forma apresurada la acuarela. Él mismo añadió el texto que acompaña a la obra, y que explica lo sucedido. A continuación, la traducción de dicho texto, para que conozcáis el curioso suceso de manos de su protagonista:

«En 1525, durante la noche entre el miércoles y el jueves después de la semana de Pentecostés, tuve esta visión mientras dormía, y vi cómo unas muy grandes aguas caían desde los cielos. La primera golpeó el suelo a unas cuatro millas de mí con una fuerza tan terrible y un ruido tan enorme, que inundó toda la campiña. (…) Y el aguacero siguiente fue enorme. Algunas de las aguas cayeron a alguna distancia, y otras más cerca. Y venían desde una altura tal, que parecían caer muy lentamente. Pero la primera tromba de agua que golpeó el suelo lo hizo tan repentinamente, y había caído a tal velocidad, y estaba acompañada por viento y por un rugido tan aterrador, que cuando me desperté todo mi cuerpo temblaba, y no pude recuperarme durante un tiempo. Cuando me levanté por la mañana, pinté lo que se ve arriba tal y como lo había visto. Ojalá cambie el Señor todas las cosas para mejor.»

Un último apunte que evidencia el temor que se vivía en aquellas fechas: la destrucción de Sodoma y Gomorra, un episodio bíblico de claras connotaciones apocalípticas, se representó, entre los años 1500 y 1650, en más de doscientas pinturas. El Apocalipsis temido por Durero, Schedel, Altdorfer, Lutero y muchos de sus contemporáneos nunca llegó, pero quedó plasmado, para nuestro disfrute, en numerosas obras de arte que se conservan hoy en museos de todo el mundo.
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