1805: ¿Degüello en Moca?
Por: Héctor Martínez Fernández
Colaborador
El gesto solidario del gobierno dominicano de donar un recinto universitario al pueblo haitiano diezmado por un terremoto devastador ha desatado en el país una variedad de opiniones, aprobatorias, unas y de rechazo, otras. No es de extrañar. Un donativo de esa magnitud (50 millones de dólares) no puede pasar desapercibido.
El nombre del dirigente militar Henri Christophe (Roi Henri) escogido por las autoridades haitianas para nombrar el espléndido obsequio ha dado motivo adicional a quienes militan en el rechazo y desde su trinchera irradian resentimientos y malquerencias con las que, acaso a su pesar, parecen interesados en exacerbar las relaciones entre las dos naciones que comparten un mismo terrón del Caribe.
Desde el emplazamiento antihaitiano se acude con frecuencia al 1805, cuando Jean Jacques Dessalines y sus tropas -en lucha contra el colonialismo francés acantonado en el Este-, tras levantar un asedio de 25 días sobre Santo Domingo, se retiraban a Occidente. Entonces, el cuerpo del ejército que comandaba Henri Christophe, al pasar por la villa de Moca. habría cometido el más tiplisonante de los excesos criminales al degollar en la iglesia parroquial -donde convocaron, de común acuerdo con el cura, a un Tedéum solemne por la feliz terminación de la lucha - a “más de quinientas personas de todas clases, sexos y edades” y “hasta el sacerdote (fray Pedro Geraldino, HMF) que oficiaba fue ensartado en las bayonetas, en medio de la espantosa gritería de aquella horda de salvajes”.
Así lo escribe el historiador José Gabriel García varias décadas después, en su Compendio de la historia de Santo Domingo publicado entre 1867 y 1906, y así se ha incorporado en la educación de varias generaciones de dominicanos.
En tenor parecido se expresa Javier Angulo Guridy en su Geografía físico-histórica, antigua y moderna de la isla de Santo Domingo escrita en 1866, más de medio siglo después. Por su parte, Leónidas García Lluberes, hijo de José Gabriel García, acoge el aserto de que en la ocasión, además de los cientos de adultos asesinados, por lo menos 40 niños fueron degollados en el presbiterio de la iglesia.
En cambio, para el historiador Delmonte y Tejada, (contemporáneo de aquellos hechos, y de cuyo antihaitianismo no cabe dudar), los degollados fueron “varios fugitivos” “en la parroquia de Moca” (Historia de Santo Domingo, t. III).
En 1923, el viejo y odioso relato de lo sucedido en Moca fue objeto de un interesante debate. Entonces, el agudo investigador Fray Cipriano de Utrera emitió consideraciones dignas de la mayor ponderación. Observa éste que la retirada de Dessalines de la periferia de Santo Domingo se inicia en la tarde del 29 de marzo de 1805, y que el decantado “degüello” se sitúa en la mañana del 3 de abril, lo que considera tiempo limitado para desplazar un ejército por pésimos caminos de Santo Domingo a Moca, y una vez en Moca convocar a los fugitivos dispersos por campos y montes (y esperar que acudan) a un Tedéum en la mañana del día 3.
Más aún, los “degollados” no podían ser “más de 500 personas de todas las clases, sexos y edades”, en razón de que para 1805 la población total de la villa de Moca no llegaba a 500 personas, y el sacerdote Pedro Geraldino, que según J. G. García “fue ensartado en las bayonetas en medio de la gritería de aquella horda de salvajes”, aparece vivo y coleando dos años después (en 1807) como capellán de la ermita de Santa Ana, en San Francisco de Macorís.
Estas realidades llevan a Utrera a sostener que en la Moca de1805 “No hubo tal Tedéum ni el sacerdote fue ensartado en las bayonetas, ni la matanza fue por esta razón dentro de la iglesia”.
Por si fuere poco, acota que el sacerdote Silvestre Núñez, cura en Moca de 1834 a 1872, escribió una relación sobre el desenvolvimiento de su iglesia que abarca desde antes de la invasión de 1805… y no hace referencia al “degüello”.
El análisis de los relatos referidos a lo sucedido en Moca en 1805 parece sugerir que se trató de la muerte de “varios fugitivos”, como dice Delmonte y Tejada, no dentro de la iglesia, sino en la parroquia (territorio) de Moca.
Busquemos la verdad en los hechos y no en los sentimientos.
Colaborador
El gesto solidario del gobierno dominicano de donar un recinto universitario al pueblo haitiano diezmado por un terremoto devastador ha desatado en el país una variedad de opiniones, aprobatorias, unas y de rechazo, otras. No es de extrañar. Un donativo de esa magnitud (50 millones de dólares) no puede pasar desapercibido.
El nombre del dirigente militar Henri Christophe (Roi Henri) escogido por las autoridades haitianas para nombrar el espléndido obsequio ha dado motivo adicional a quienes militan en el rechazo y desde su trinchera irradian resentimientos y malquerencias con las que, acaso a su pesar, parecen interesados en exacerbar las relaciones entre las dos naciones que comparten un mismo terrón del Caribe.
Desde el emplazamiento antihaitiano se acude con frecuencia al 1805, cuando Jean Jacques Dessalines y sus tropas -en lucha contra el colonialismo francés acantonado en el Este-, tras levantar un asedio de 25 días sobre Santo Domingo, se retiraban a Occidente. Entonces, el cuerpo del ejército que comandaba Henri Christophe, al pasar por la villa de Moca. habría cometido el más tiplisonante de los excesos criminales al degollar en la iglesia parroquial -donde convocaron, de común acuerdo con el cura, a un Tedéum solemne por la feliz terminación de la lucha - a “más de quinientas personas de todas clases, sexos y edades” y “hasta el sacerdote (fray Pedro Geraldino, HMF) que oficiaba fue ensartado en las bayonetas, en medio de la espantosa gritería de aquella horda de salvajes”.
Así lo escribe el historiador José Gabriel García varias décadas después, en su Compendio de la historia de Santo Domingo publicado entre 1867 y 1906, y así se ha incorporado en la educación de varias generaciones de dominicanos.
En tenor parecido se expresa Javier Angulo Guridy en su Geografía físico-histórica, antigua y moderna de la isla de Santo Domingo escrita en 1866, más de medio siglo después. Por su parte, Leónidas García Lluberes, hijo de José Gabriel García, acoge el aserto de que en la ocasión, además de los cientos de adultos asesinados, por lo menos 40 niños fueron degollados en el presbiterio de la iglesia.
En cambio, para el historiador Delmonte y Tejada, (contemporáneo de aquellos hechos, y de cuyo antihaitianismo no cabe dudar), los degollados fueron “varios fugitivos” “en la parroquia de Moca” (Historia de Santo Domingo, t. III).
En 1923, el viejo y odioso relato de lo sucedido en Moca fue objeto de un interesante debate. Entonces, el agudo investigador Fray Cipriano de Utrera emitió consideraciones dignas de la mayor ponderación. Observa éste que la retirada de Dessalines de la periferia de Santo Domingo se inicia en la tarde del 29 de marzo de 1805, y que el decantado “degüello” se sitúa en la mañana del 3 de abril, lo que considera tiempo limitado para desplazar un ejército por pésimos caminos de Santo Domingo a Moca, y una vez en Moca convocar a los fugitivos dispersos por campos y montes (y esperar que acudan) a un Tedéum en la mañana del día 3.
Más aún, los “degollados” no podían ser “más de 500 personas de todas las clases, sexos y edades”, en razón de que para 1805 la población total de la villa de Moca no llegaba a 500 personas, y el sacerdote Pedro Geraldino, que según J. G. García “fue ensartado en las bayonetas en medio de la gritería de aquella horda de salvajes”, aparece vivo y coleando dos años después (en 1807) como capellán de la ermita de Santa Ana, en San Francisco de Macorís.
Estas realidades llevan a Utrera a sostener que en la Moca de1805 “No hubo tal Tedéum ni el sacerdote fue ensartado en las bayonetas, ni la matanza fue por esta razón dentro de la iglesia”.
Por si fuere poco, acota que el sacerdote Silvestre Núñez, cura en Moca de 1834 a 1872, escribió una relación sobre el desenvolvimiento de su iglesia que abarca desde antes de la invasión de 1805… y no hace referencia al “degüello”.
El análisis de los relatos referidos a lo sucedido en Moca en 1805 parece sugerir que se trató de la muerte de “varios fugitivos”, como dice Delmonte y Tejada, no dentro de la iglesia, sino en la parroquia (territorio) de Moca.
Busquemos la verdad en los hechos y no en los sentimientos.