Un escualo que se alimenta de osos polares
Por: José de Toledo
Las especies que viven en los ambientes más extremos del planeta tienen que desarrollar estrategias novedosas para adaptarse a estos. Tal es el caso del tiburón de Groenlandia o tiburón boreal (Somniosus microcephalus), que surca las aguas que limitan entre el océano Atlántico y el Ártico. Se trata de un escualo de siete metros de longitud, cuya piel se parece a las rocas de su entorno, y que es capaz de vivir hasta 600 metros de profundidad.
A diferencia de su primo más cercano, el tiburón blanco (Carcharodon carcharias), no posee un aspecto fiero y amenazador. Pero no hay que dejarse llevar por las apariciencias: los restos hallados en su estómago demuestran que se alimentan habitualmente de focas e, incluso, se han encontrado huesos de osos polares y renos en su estómago. Aunque lo más probable es que se trate de animales que fueron consumidos cuando ya habían muerto, especialmente en el caso de los renos, no se puede descartar que los hayan capturado y devorado aún vivos.
Otra curiosidad de esta especie es su extrema longevidad. No es raro que los animales de gran tamaño lleguen a vivir durante muchos años, pero en este caso estamos hablando de hasta 200 años. Resulta aún más sorprendente si consideramos que vive en aguas gélidas, en las que las temperaturas raramente superan el grado centígrado de temperatura.
El comportamiento de este organismo es muy tranquilo, tal como explicó el fotógrafo Doug Perrine, responsable de las imágenes que han traído de nuevo a primera plana a esta especie. Aprovechando que un grupo de tiburones boreales se acercaron a la desembocadura del río San Lorenzo, se mezcló entre ellos para tomar fotografías. Cuando detectaron su presencia, no solo la toleraron, sino que se acercaron a inspeccionar con curiosidad. En ningún momento mostraron actitudes agresivas o de rechazo ante la presencia de un ser humano.
Al igual que con otras especies, la supervivencia de este escualo queda amenazada por el hombre. Tradicionalmente han sido cazados por los habitantes de Islandia y Groenlandia, que utilizan su gruesa piel para confeccionar botas, y sus afilados dientes como herramientas de corte. Su carne no se puede consumir en crudo, ya que contiene un neurotóxico, pero una vez tratada puede ser consumida. Es el ingrediente principal de un plato típico de la gastronomía islandesa: el Hákarl.
Las especies que viven en los ambientes más extremos del planeta tienen que desarrollar estrategias novedosas para adaptarse a estos. Tal es el caso del tiburón de Groenlandia o tiburón boreal (Somniosus microcephalus), que surca las aguas que limitan entre el océano Atlántico y el Ártico. Se trata de un escualo de siete metros de longitud, cuya piel se parece a las rocas de su entorno, y que es capaz de vivir hasta 600 metros de profundidad.
A diferencia de su primo más cercano, el tiburón blanco (Carcharodon carcharias), no posee un aspecto fiero y amenazador. Pero no hay que dejarse llevar por las apariciencias: los restos hallados en su estómago demuestran que se alimentan habitualmente de focas e, incluso, se han encontrado huesos de osos polares y renos en su estómago. Aunque lo más probable es que se trate de animales que fueron consumidos cuando ya habían muerto, especialmente en el caso de los renos, no se puede descartar que los hayan capturado y devorado aún vivos.
Otra curiosidad de esta especie es su extrema longevidad. No es raro que los animales de gran tamaño lleguen a vivir durante muchos años, pero en este caso estamos hablando de hasta 200 años. Resulta aún más sorprendente si consideramos que vive en aguas gélidas, en las que las temperaturas raramente superan el grado centígrado de temperatura.
El comportamiento de este organismo es muy tranquilo, tal como explicó el fotógrafo Doug Perrine, responsable de las imágenes que han traído de nuevo a primera plana a esta especie. Aprovechando que un grupo de tiburones boreales se acercaron a la desembocadura del río San Lorenzo, se mezcló entre ellos para tomar fotografías. Cuando detectaron su presencia, no solo la toleraron, sino que se acercaron a inspeccionar con curiosidad. En ningún momento mostraron actitudes agresivas o de rechazo ante la presencia de un ser humano.
Al igual que con otras especies, la supervivencia de este escualo queda amenazada por el hombre. Tradicionalmente han sido cazados por los habitantes de Islandia y Groenlandia, que utilizan su gruesa piel para confeccionar botas, y sus afilados dientes como herramientas de corte. Su carne no se puede consumir en crudo, ya que contiene un neurotóxico, pero una vez tratada puede ser consumida. Es el ingrediente principal de un plato típico de la gastronomía islandesa: el Hákarl.