Garrido caza la historia del primer forense que conoció la humanidad

Varios tomos sobre los principios fundamentales de la ciencia forense, estudios sobre Criminología, sobre la historia medieval de China, viajes y visitas a varios museos, como el dedicado al Lejano Oriente de Valladolid. Tras un arduo proceso de documentación, y a lo largo de dos años y medio, Antonio Garrido (Linares, 1963) culminó un entretenido y pedagógico relato, 'El lector de cadáveres', que presentó este jueves en Valencia.

En él recrea la China de principios del siglo XIII y describe las mil peripecias de Cí Song, un personaje histórico que revive con licencias literarias para hacerlo más atractivo, y a la vez, creíble.

"Los escritores somos cazadores de historias y la de este personaje me sedujo nada más conocerla", dice Garrido, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia y del CEU San Pablo. "En mis novelas intento contar algo más que una sucesión de episodios más o menos entretenidos. Quiero transmitir un mensaje, una idea matriz. En este caso, el libro cuenta la superación y aprendizaje de un joven que soñó con cambiar el mundo. He hecho que en la ficción se enfrente a muchos y grandes conflictos, pero al superarlos y sobreponerse a ellos con dignidad, consigo que el lector se identifique con él".

Huellas dactilares

Las 'lecturas' que hacía Cí Song sobre los cadáveres de sus coetáneos asesinados sentaron la base de una ciencia que hoy está en boca de todos a través de las series y películas sobre psicópatas y mentes criminales. "Cí creó la metodología científica de la ciencia forense", explica Garrido.

"Practicaba dibujos a escala real, etiquetaba las pruebas y conservaba los miembros en hielo. También se servía de moldes de escayola del rostro, de pruebas químicas y hasta del cotejo de huellas dactilares que, a la sazón, se usaban para firmar algunos documentos".

La versión literaria de la vida de este científico precursor cuenta con el beneplácito de sus compatriotas. "A través del Instituto Cervantes, hice llegar la novela a las autoridades correspondientes, que la supervisaron en cuestiones técnicas e históricas", comenta. "Tenemos mucho que aprender de China, aunque todavía no alcancen el nivel de tecnología y consumo de Occidente", añade Garrido.

Uno de los escollos que tuvo que superar para llevar su historia a buen puerto fue la elección de los nombres de los personajes. "Fonéticamente se parecen mucho Song, Feng, Wang�y al lector occidental le cuesta identificarlos. Recurrí a apelativos relativos a cada persona, como Iris Azul o Aroma de Melocotón para hacerlos más próximos".

El momento más difícil, sin embargo, fue la asistencia a una autopsia real de un hombre asesinado en Alicante, en la que Antonio Garrido pudo conocer de primera mano un proceso que da vida a su novela.

/Fuente: elmundo.es/
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