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NI LA MUERTE SE LE ESCAPA A LOS ASALTANTES

La delincuencia ha tomado ribetes tan alarmantes que ni la misma muerte está a salvo de ser atracada. La huesuda caminaba anteriomermente de día y de noche en busca de quien estaba señalado para irse definitivamente de este mundo. Pero esta señora dejó sus andanzas nocturnas, luego de recibir un tremendo susto cuando fue sorprendida por un asaltante en momento que se dirigía a buscar un cliente para enviarlo al más allá. Resulta, que al doblar una esquina para entrar a la casa donde residía el cliente que se llevaría, un atracador la encañonó con un revólver diciendole: "levante las manos, esto es un atraco, deme el dinero y todo lo que lleve encima, ya que de lo contrario te explotó la cabeza de un balazo". Muy asustada, la muerte le dijo al delincuente: "No tengo dinero ni prendas, pero por favor señor no me mates, ya que tengo una misión que cumplir, que es llevarme al amigo fulano de tal, que en estos momentos duerme ahí en su casa". Entonces, le dijo el asaltante, "Páseme ese pedazo de palo que tiene en su mano derecha". "No te puedo entregar esto, porque es mi guadaña de metal, con la cual realizo mi trabajo", le dijo la muerte. El bandido dijo:"Entregueme esa guadaña porque el metal está de moda en este país. Ha, y deme su ropa que también me puede servir para algo". La muerte empezó a quitarse la ropa para darsela al atracador, quien se sorprendió cuando vio tantos huesos en el cuerpo de su víctima, diciendole: "Señora, quedese con su ropa que usted está muy flaca para que no la mate el frío, y si usted fuma, deje ese hábito, porque está demasiado flaca". El atracador se marchó con la guadaña de la muerte, sin tan siquiera imaginar que había salvado la vida al fulano de tal, a quien la huesuda se dirigía a buscar para darle un boleto gratis para un largo viaje, del cual no regresaría jamás.