Cosas prohibidas en la cama
Todo el mundo tiene secretos en la cama; unos prefieren la compañía de animales, otros usan juguetes extraños y algunos adoran las orgías. El escritor guatemalteco Eduardo Halfon hace un recorrido muy personal por sus propios tabúes. El resultado es escandaloso. Halfon confiesa que no es un hombre de orgías.Por Eduardo Haffon
Fotografía Alex Mejia
Una vez me acosté con una chica francesa que sólo podía tener un orgasmo si durante el coito acariciaba a su gato. Ya la había olvidado, o casi olvidado. Pero hace poco me mandó un correo electrónico, en el que me saludaba después de tantos años, y de inmediato recordé la imagen de ella, desnuda, boca arriba, un brazo estirado, acariciando a su gato.
Yo era muy joven entonces, y no me importó tanto que una de sus manos no estuviera acariciándome a mí, sobándome a mí, aferrada a mi cuerpo, sino bien metida entre el pelaje de aquel gato grisáceo y enorme y semidormido en la cama. No recuerdo si era macho o hembra. Tampoco recuerdo su nombre. Supongo que, por definición, es lo más cerca que he estado a un ménage à trois.
Hoy no me interesa tanto su imprevisto correo electrónico surgido del pasado, ni aquel gato grisáceo ronroneando en la cama, ni tampoco la necesidad de una chica francesa de acariciarlo durante el sexo. Me interesa más esto: por qué, en tantos años de actividad erótica, ha sido aquel -si se me permite continuar la ligera hipérbole- mi único conato de trío o grupo sexual.
No es que no me guste la idea de orgías. Tampoco es que no me guste ver orgías, o saber de orgías, o leer sobre orgías, tan mojigato o puritano o tan concentrado en cosas más serias, como el escritor Isaac Asimov: "Podrías hacer una orgía en mi oficina y yo no subiría la mirada.
Bueno, quizás una vez." Al contrario. Muchas de mis escenas favoritas, tanto en películas como en literatura, son de tríos, cuartetos, orgías y bacanales.