A pensar en la salud de su mejor amigo: el pene

Él es el protagonista de la masculinidad, por eso le contamos, sin pena, cómo mantenerlo sano.

Por: ESTHER BALAC |

/El Tiempo de colombia/
Salud

No exagero si digo que conozco señores que llegan a experimentar más aprecio por su pene que por cualquier otro componente de su cuerpo. No pocos sienten que él les permite relacionarse mejor con el resto del mundo, y que en eso resulta más eficiente, por ejemplo, que su corazón o su cerebro.

Y a pesar de eso, la mayoría le da el mismo trato que a esos amigos de los que solo se acuerdan cuando necesitan que les presten plata o les hagan un favor. Y como siempre están ahí, y cumplen con el deber, ni siquiera los llaman para saludarlos.

Eso sí, la preocupación es mucha cuando "sus amigos" se cansan y les dan la espalda o, literalmente, empiezan a bajar la cabeza cada vez que se les pide firmeza frente al cañón.

Pues, señores, aunque sé que quisieran escuchar de mí otra cosa, penosamente debo decirles que cuando su departamento de relaciones exteriores empieza a perecear hay que pararle bolas.

Para empezar, concientícense de que existe y, como con los amigos del alma, tengan una charla profunda con él, ¿o de qué otro modo esperan encontrar los motivos de su desgano y apatía?

El primer paso consiste en familiarizarse con él, con su estructura, tener claro que no es un apéndice no más, externo a su cuerpo. De hecho, y aunque no lo crean, él refleja todo lo que a usted le pasa; si a usted le da gripa, a él también; si usted está afiebrado, él también; si se deprime, él también, y si alguna fémina le mueve a usted la aguja, en él se mueve todo. Así es.

¿De qué se enferma?

La primera recomendación es conocerlo. El pene en realidad está compuesto por tres cilindros, totalmente separados entre sí.

El del centro es el cuerpo esponjoso por el cual pasa la uretra, que se conecta con la vejiga; los dos cilindros de al lado son los cuerpos cavernosos que, en realidad, son vasos sanguíneos que al llenarse o desocuparse se ocupan de la erección. La punta se llama glande y el prepucio es la piel que lo recubre.

Como no hay nadie perfecto, él también tiene sus males. Por ejemplo, cuando el prepucio es muy estrecho, y no baja, se habla de fimosis; esta condición puede causarles problemas a los señores hasta para orinar. Cuando esto ocurre la circuncisión puede ser necesaria (y no hagan esa cara...). También puede ocurrir que la uretra resulte con atajos, como en el caso de las hipospadias, en las que la orina termina saliendo por debajo del pene.

Ahora, si el prepucio se inflama se habla de postitis y suele ocurrir por infecciones, y si es el glande el afectado, se trata de una balanitis. Esta puede ser causada por la acumulación de compuestos de desecho (así tal cual la describen los médicos); por alergias, como al látex de los condones, o por hongos que se transmiten por vía sexual.

Pero la piel también se puede afectar por factores accidentales, como la cogida del cierre de un pantalón; dermatitis o alergias a los jabones con los que se baña; así que hay que tener mucho cuidado.

Aunque infrecuente, el cáncer también se puede alojar en su mejor amigo, lo mismo que males con nombres propios, como la enfermedad de Peyronié, una placa que se forma ahí y le resta elasticidad, hasta deformarlo.

Ahora, hay cosas menos prosaicas, como el priapismo o erección persistente (dicho, es la antítesis de la flacidez), que no se va con el orgasmo y puede durar hasta varios días.

A todo esto hay que sumarle las venéreas, que van desde la medieval sífilis, pasando por la popular blenorragia, hasta el herpes y el virus del papiloma humano.
No sobra decir que todo esto requiere tratamiento médico.

Capítulo aparte lo constituye una de las peores pesadillas de todo macho que se respete: la impotencia. Como se sabe, es la incapacidad reiterada para mantener una erección que permita sostener una relación sexual satisfactoria. Y ahí sí las causas son muchas.

Aunque el incriminado es su amigo, las razones principales no están en él. La causa número uno es el daño de las arterias, generalmente causado por una enfermedad, como la diabetes, la hipertensión, la arterioesclerosis o los males de los riñones.

También ocurre cuando se lesionan los nervios que le dan la sensibilidad o el movimiento -lo cual puede ocurrir con algunas cirugías - y las lesiones neurológicas (como las ocurridas por daños en la médula espinal).

Las emociones o los trastornos del ánimo, como la ansiedad, la depresión o el mismo susto al enfrentarse al acto sexual también se confabulan, lo mismo que el uso de algunos medicamentos, como los antihipertensivos, los antihistamínicos, los antidepresivos y los supresores del apetito.

Empiece a cuidarse

En fin, no se trata de asustarlos, sino de evitarles ratos amargos con la adopción de cuidados sencillos y buenos hábitos.

La primera recomendación es lavarse a diario con agua y jabón y secarse muy bien... Y mientras está en esas revise con cuidado el área en cuestión en busca de manchas, inflamaciones, descamaciones, escoriaciones, masas, irregularidades, cambios en la forma y demás. Y por insignificante que le parezca la lesión, mejor consulte.

Ahora, clarísimo que si sigue una dieta equilibrada, les baja las grasas a las comidas, hace ejercicio regularmente, controla su tensión arterial, reduce el consumo de alcohol, extradita de su vida al cigarrillo, se mantiene en el peso adecuado, aprende a manejar el estrés y duerme siete horas al día, usted se sentirá bien, con energía y oxigenado... También su amigo, que en esas condiciones no lo hará quedar mal ni aunque quisiera.

¿Y el tamaño?

En este campo hay de todo como en botica, así que eso no debería preocuparle.
Las dimensiones del pene dependen del estado de ánimo del señor, de si está feliz o estresado, de si hay frío o calor e incluso de la raza. Pero como sé que en este tema también hay interesados, aquí les dejo unas referencias.

En plena erección los franceses exhiben, en promedio, 15 centímetros, lo mismo que los italianos; los colombianos llegan, con esfuerzo, a los 13,9 centímetros; los estadounidenses, que pueden alardear de su imperialismo en otras cosas, pero en esto no, tienen 12,5 centímetros, y los coreanos 9,5 centímetros.
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