La inseguridad extinguió las “bolas”

Por: Marlenys Ferreras

La inseguridad extinguió las “bolas”

La inseguridad en la que vive la población ha hecho que la gente pierda poco a poco la confianza de hacer favores como el de ofrecer o pedir una “bola”.

Antes, cuando eran “otros tiempos” muchos conductores se tomaban la molestia de trasladar a otros que iban por su misma ruta cuando se lo solicitaban o aun sin hacerlo. Pero ahora esa muestra de solidaridad ha desaparecido gracias al alto índice de delincuencia que se registra en el país.

Julián Pérez un agricultor de Baoruco fue golpeado y despojado de su motocicleta luego de darle un “empujoncito” a un joven que encontró camino a su parcela.

“Por estar de buena gente fue que me dieron la golpiza y me robaron el motor, por suerte que fue solo eso y no me mataron, pero ya no me vuelve a pasar. No hay quien me haga montar a nadie que yo no conozca” dijo.

De la misma manera piensa Rafael Santana, víctima de una persona a la que dio un “empujón” tarde en la noche.

“Ya esto no estar para estar llevando a nadie desconocido, ni a los conocidos se les puede tener mucha confianza, mucho menos a un extraño”.

Con mucha frecuencia, en las ciudades y sobre todo, en las zonas rurales donde el primitivo sentido humanitario parece más amplio, la gente solía hacer esa gracia, pero esas bondades están en extinción.

“El temor es de tal magnitud que ya no se atreven a subir a alguien en su vehículo aunque lo vean en una situación de dificultad, porque son tanto los casos de delitos que se han cometido de esa forma, las personas permanecen en una constante inseguridad y se niegan a brindar y a recibir ayuda por miedo a ser asaltados”, expresa la socióloga Omaira Matos.

De la misma manera en que nadie invita a otra persona para darle una “bola”, así mismo se rehúsa recibirla o solicitarla.

“Yo no la pido y si me la ofrecer alguien que me dice que me puede llevar, ni loca me voy, he escuchado muchas historias de mujeres que las violan y las dejan varadas por lugares lejanos y en el peor de los casos hasta las matan y a los hombres también”, manifiesta Luz María Brito.

Ni siquiera a los que visten alguna ropa que representa a una entidad que se supone es respetable se les invita a abordar el vehículo, como los militares o religiosos.

“Hay muchos militares que siempre están a la orilla de las carreteras esperando que alguien los lleve hacia su destino o los deje cerca. Pero ya ni a esos que lo hacen porque dizque no tienen con qué pagar un pasaje, se les monta. Es tan dañada que está la sociedad que ya no se sabe si de verdad son gente que necesitan una ayudita o es una trampa para atracar” expone la socióloga Matos.

El sacerdote Roberto Bueno tiene una historian negativa que contar sobre su solidaridad en las vías. Ofreció una “bola” a un joven con el que tuvo un forcejeo para evitar que le sacara la cartera.

Hacer el bien sin mirar a quien es una frase que ha quedado totalmente desvalorizada y no porque no se tenga la voluntad suficiente para acatarla, sino porque la situación no deja otra alternativa.
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