Un cáncer llamado ¡poder! Todo individuo busca su propia posición dentro de una jerarquía
Por: Juan La Mur
Aunque nos empeñemos en buscar especímenes raros, este requerimiento biológico se vuelve cada día más contundente : todo animal sobre la tierra sólo se ocupa de sí mismo y en alcanzar la jefatura de la manada. Y al parecer, esa toxina primigenia la llevamos desde el mismito momento en que somos tirados a este mundo.
El otro siempre quiere llevarme ventaja porque mi ganancia es su pérdida, y así aprovecha toda oportunidad para sacar provecho, para adelantarse, para clavarnos el puñal. Eso es así y no hay de otra, por eso a todos nos fascina el juego del poder... Esa debilidad malvada que nos promete el dominio sobre los demás, de querer perpetuarnos en “el carguito” para confirmar nuestra importancia personal, para que todos me celebren y así ocultar esa miseria que llevamos dentro. Nos convertimos en especialistas del engaño, la simulación y la codicia.
LA ENFERMEDAD DEL PODER. Una persona con la enfermedad del poder resulta un desafío, ya que la causa principal para establecer la enfermedad luce incierta o claramente desconocida. Comenzando por el hecho de que el individuo “poderoso” no refiere síntoma alguno que indique la presencia de un proceso patológico y mucho menos se presentará a consulta para solicitar atención médica, ya que el dolor está ausente.
En cuanto a los signos clínicos, resulta prácticamente imposible detectar algún indicio ya que la enfermedad del poder tiene la capacidad de ocultar su naturaleza letal. Como último recurso, el profesional se auxiliará de las pruebas complementarias: rayos x, tomografías, resonancia magnética, hemograma, tests, pruebas de esfuerzo físico y con toda seguridad no encontrará nada…así el diagnóstico médico será concluyente: la persona poderosa está en perfecto estado de salud.
Malignidad oculta en la enfermedad del poder. En vista de que las células tumorales en la enfermedad del poder no son clínicamente detectables, nos vemos precisados a identificar las células madre, núcleo y origen del desarrollo de esta enfermedad mortal.
Enfermedad del Poder político. Sus células cancerosas disponen de dos bolsillos: uno roto, en donde caen todas las esperanzas, promesas y sueños que no se cumplirán y el otro de doble forro en donde guardan todas las monedas que su lucrativo negocio produce. Es el vendedor estrella de un tiempo equivocado: un mejor mañana, sólo que es mercancía robada.
En la enfermedad del poder político, el tumor es de rápida proliferación, apenas cuatro años, y urge invadir de masa tumoral todo el organismo.
Pese a los signos que evidencian un deterioro progresivo y que clínicamente es evidente que las posibilidades de sobrevivir son mínimas o inexistentes, la enfermedad del poder político procurará perpetuarse alcanzando una masa significativa de aproximadamente un centímetro, lo que equivale a dos millones doscientas mil células tumorales.
Enfermedad del Poder económico. Podemos ufanarnos de que tenemos con qué pagarla, pero todo el dinero del mundo no es suficiente para combatir la enfermedad del poder económico. Nuestra arrogancia nos mete en serios problemas aguijoneando una ambición que no encuentra modo de satisfacerse.
Mientras se nos va la vida, sólo pedimos “más”, “más”, “Un poquito más”, Ya sólo nos movemos por dinero y pretendemos mostrar nuestra valía según el balance que indica la cuenta bancaria.
Al parecer sólo nos nutre lo que nos está matando, porque cuando se trata de llenar nuestra vida sólo con poder económico, podemos asegurar que nos encontramos en la etapa final de la progresión, caracterizada por una tasa de crecimiento elevada del tumor, así como por el aumento de la invasión y la metástasis.
Enfermedad del Poder social. El espíritu competitivo es exaltado al salón de la fama y reverenciado en cada hogar, colocado por encima de toda necesidad interna y lo único que produce es toda clase de lucha, sufrimiento y destrucción.
El grupo de células que componen el sistema inmunitario tienen el potencial de reconocimiento y destrucción de las células tumorales, pero cuando se enfrentan a esta enfermedad del poder social, advierten una programación con la que no puede luchar.
El condicionamiento social nos adiestra para la astucia y la falsedad, preparándonos para una muerte segura ante la impotencia de un sistema que no puede vencer a ese clon maligno que ella misma propició.
Enfermedad del Poder educativo. Todo el sistema educativo parece sostenerse en premios y castigos, y de esta forma sólo se fomenta la ambición. Los alumnos demuestran su valía si consiguen vencer a sus compañeros en esa lucha por convertirse en el primero de la clase y los resagados probablemente irán a parar al foso de los leones, condenados a llevar una vida furtiva y descarriada.
Cada hora que pasamos en las aulas nos adiestran para convertirnos en seres ingeniosos, astutos que sólo ven ganancias y pérdidas. Es así como elegimos medios de vida equivocados, violentos, falsos y codiciosos.
El resultado : ciudadanos egoístas, ocupados en su particular interés y desconectados del compromiso social y humano que toda educación debería promover. La enfermedad del poder educativo con un cáncer considerado crónico, recurre a la radioterapia, pero lamentablemente, las células normales en el campo de la radiación también se ven afectadas por el tratamiento.
Enfermedad del Poder familiar. Por su parte, los padres prefieren a un hijo exitoso y profesional que a un hijo feliz, a gusto con su propio ser. El ideal de un hombre sencillo, honesto y trabajador ha cedido paso al hombre light, “emprendedor” y que pueda ejercer poder sobre los demás.
Tener alimentación, vivienda y diversión sana ya no luce muy atractivo, hoy la enfermedad del poder familiar enarbola valores de engrandecimiento psicológico: “El mundo te pertenece”, “lucha por ser el número uno”, “Pasa a ser el macho dominante o la hembra Alfa”.
Pero, ¿dónde quedaron la generosidad, el afecto, los sentimientos de ternura, de benevolencia, de solidaridad? Cuando sólo estamos interesados en nosotros mismos, la familia no tiene la más mínima importancia.
Creyéndonos que criamos a futuros presidentes, luminarias y hombres poderosos para la nación, no nos damos cuenta que perdemos al hombre común y corriente, el único con vocación para ser feliz.
Juan La Mur es Psicólogo Clínico/juanlamur100@gmail.com
Preguntas & Respuestas
¿Qué de atractivo puede tener un hombre común y corriente? Los seres humanos debemos esforzarnos por lograr el éxito y conseguir lo que nos proponemos y eso tiene su precio. Yo estoy dispuesto a buscarlo a como dé lugar.
Usted dice que buscará el éxito “a como dé lugar”. Imagino que le tiene sin cuidado el medio de vida a utilizar para conseguir su propósito. Bueno, caballero, perdóneme, pero creo que sin ser adivino puedo ver que la cárcel de Najayo está en su destino.
Para mi marido, el dinero es como un dios. Nada le importa fuera de su negocio. Me siento tan decepcionada y, sobre todo, temerosa de terminar mi vida con un hombre que no me valora.
¿Puedo esperar un cambio?
Lamento comunicarle que su marido, al igual que tantos hombres programados por esta sociedad consumista y competitiva, tendrá que pasar por una gran pérdida, un dolor terrible que le ponga de rodillas. Mientras tanto, no espere ningún cambio de su demiurgo.
Sólo cuando ejerzo poder sobre los demás, le encuentro sentido a mi vida. Soy gerente de una gran empresa y trato de imponer lo que considero beneficia al negocio. Odio estar de vacaciones. Me resulta imposible divertirme.
Su oficina es una especie de cuartel general en donde usted manda y ordena. Ahora, tengo que decirlo claro y pelao: su vacío interior es tan grande que cuando usted no tiene el látigo se siente desgraciado, una especie de verdugo que sólo cortando cabezas le encuentra sentido a su vida. ¡Miseria total!
¿Qué tiene de malo el que desee que mi hijo sea en el futuro alguien importante, que logre grandes triunfos y consiga con su esfuerzo una buena posición económica? ¿Acaso no es ése el único objetivo de enviarlo a la escuela?
No, señora, ese no debería ser el único objetivo. La educación también sirve para despertar la inteligencia y ponerla al servicio de la colectividad. No es una póliza de enriquecimiento individual. Esto tan sólo creará codicia, poder y corrupción.
Recordatorio
Para todos los que de mil formas diferentes nos vemos afectados por el asesino silencioso…Un cáncer llamado ¡Poder!
Puedes elegir
Puedes elegir una vida de “medallitas en el pecho”, “pedazos de papel en la pared” y “un ego lleno de colesterol”, con lo que sólo conseguirás mucho sufrimiento y decepciones o, por el contrario, darle paso a la inocencia para que no se te malogre la felicidad.
Sensación de pérdida
Si tanto persigues el poder, búscale cura a ese padecimiento, porque casi siempre comienza con una sensación de pérdida que con el paso del tiempo invade todo tu cuerpo y cuando vienes a darte cuenta…ya es muy tarde para encontrarte.
Un juego inútil
Los poderosos están tan ocupados en su juego inútil de soldaditos y héroes que cuando quieren comenzar a pasarla bien ya tienen que morirse. Así se pierden los dones de la vida, sin llegar a comprender que la única razón de la vida es tan sólo el gozo de vivirla.
Sin deseos de poder
Esos seres raros que “desean poco y lo poco que desean lo desean muy poco” son los agradecidos de la existencia dada, tan sólo eso les basta . Nada le exigen ni nada le piden a la vida…Son emperadores que lo tienen todo…No ricos mendigos que no tienen nada.
Aunque nos empeñemos en buscar especímenes raros, este requerimiento biológico se vuelve cada día más contundente : todo animal sobre la tierra sólo se ocupa de sí mismo y en alcanzar la jefatura de la manada. Y al parecer, esa toxina primigenia la llevamos desde el mismito momento en que somos tirados a este mundo.
El otro siempre quiere llevarme ventaja porque mi ganancia es su pérdida, y así aprovecha toda oportunidad para sacar provecho, para adelantarse, para clavarnos el puñal. Eso es así y no hay de otra, por eso a todos nos fascina el juego del poder... Esa debilidad malvada que nos promete el dominio sobre los demás, de querer perpetuarnos en “el carguito” para confirmar nuestra importancia personal, para que todos me celebren y así ocultar esa miseria que llevamos dentro. Nos convertimos en especialistas del engaño, la simulación y la codicia.
LA ENFERMEDAD DEL PODER. Una persona con la enfermedad del poder resulta un desafío, ya que la causa principal para establecer la enfermedad luce incierta o claramente desconocida. Comenzando por el hecho de que el individuo “poderoso” no refiere síntoma alguno que indique la presencia de un proceso patológico y mucho menos se presentará a consulta para solicitar atención médica, ya que el dolor está ausente.
En cuanto a los signos clínicos, resulta prácticamente imposible detectar algún indicio ya que la enfermedad del poder tiene la capacidad de ocultar su naturaleza letal. Como último recurso, el profesional se auxiliará de las pruebas complementarias: rayos x, tomografías, resonancia magnética, hemograma, tests, pruebas de esfuerzo físico y con toda seguridad no encontrará nada…así el diagnóstico médico será concluyente: la persona poderosa está en perfecto estado de salud.
Malignidad oculta en la enfermedad del poder. En vista de que las células tumorales en la enfermedad del poder no son clínicamente detectables, nos vemos precisados a identificar las células madre, núcleo y origen del desarrollo de esta enfermedad mortal.
Enfermedad del Poder político. Sus células cancerosas disponen de dos bolsillos: uno roto, en donde caen todas las esperanzas, promesas y sueños que no se cumplirán y el otro de doble forro en donde guardan todas las monedas que su lucrativo negocio produce. Es el vendedor estrella de un tiempo equivocado: un mejor mañana, sólo que es mercancía robada.
En la enfermedad del poder político, el tumor es de rápida proliferación, apenas cuatro años, y urge invadir de masa tumoral todo el organismo.
Pese a los signos que evidencian un deterioro progresivo y que clínicamente es evidente que las posibilidades de sobrevivir son mínimas o inexistentes, la enfermedad del poder político procurará perpetuarse alcanzando una masa significativa de aproximadamente un centímetro, lo que equivale a dos millones doscientas mil células tumorales.
Enfermedad del Poder económico. Podemos ufanarnos de que tenemos con qué pagarla, pero todo el dinero del mundo no es suficiente para combatir la enfermedad del poder económico. Nuestra arrogancia nos mete en serios problemas aguijoneando una ambición que no encuentra modo de satisfacerse.
Mientras se nos va la vida, sólo pedimos “más”, “más”, “Un poquito más”, Ya sólo nos movemos por dinero y pretendemos mostrar nuestra valía según el balance que indica la cuenta bancaria.
Al parecer sólo nos nutre lo que nos está matando, porque cuando se trata de llenar nuestra vida sólo con poder económico, podemos asegurar que nos encontramos en la etapa final de la progresión, caracterizada por una tasa de crecimiento elevada del tumor, así como por el aumento de la invasión y la metástasis.
Enfermedad del Poder social. El espíritu competitivo es exaltado al salón de la fama y reverenciado en cada hogar, colocado por encima de toda necesidad interna y lo único que produce es toda clase de lucha, sufrimiento y destrucción.
El grupo de células que componen el sistema inmunitario tienen el potencial de reconocimiento y destrucción de las células tumorales, pero cuando se enfrentan a esta enfermedad del poder social, advierten una programación con la que no puede luchar.
El condicionamiento social nos adiestra para la astucia y la falsedad, preparándonos para una muerte segura ante la impotencia de un sistema que no puede vencer a ese clon maligno que ella misma propició.
Enfermedad del Poder educativo. Todo el sistema educativo parece sostenerse en premios y castigos, y de esta forma sólo se fomenta la ambición. Los alumnos demuestran su valía si consiguen vencer a sus compañeros en esa lucha por convertirse en el primero de la clase y los resagados probablemente irán a parar al foso de los leones, condenados a llevar una vida furtiva y descarriada.
Cada hora que pasamos en las aulas nos adiestran para convertirnos en seres ingeniosos, astutos que sólo ven ganancias y pérdidas. Es así como elegimos medios de vida equivocados, violentos, falsos y codiciosos.
El resultado : ciudadanos egoístas, ocupados en su particular interés y desconectados del compromiso social y humano que toda educación debería promover. La enfermedad del poder educativo con un cáncer considerado crónico, recurre a la radioterapia, pero lamentablemente, las células normales en el campo de la radiación también se ven afectadas por el tratamiento.
Enfermedad del Poder familiar. Por su parte, los padres prefieren a un hijo exitoso y profesional que a un hijo feliz, a gusto con su propio ser. El ideal de un hombre sencillo, honesto y trabajador ha cedido paso al hombre light, “emprendedor” y que pueda ejercer poder sobre los demás.
Tener alimentación, vivienda y diversión sana ya no luce muy atractivo, hoy la enfermedad del poder familiar enarbola valores de engrandecimiento psicológico: “El mundo te pertenece”, “lucha por ser el número uno”, “Pasa a ser el macho dominante o la hembra Alfa”.
Pero, ¿dónde quedaron la generosidad, el afecto, los sentimientos de ternura, de benevolencia, de solidaridad? Cuando sólo estamos interesados en nosotros mismos, la familia no tiene la más mínima importancia.
Creyéndonos que criamos a futuros presidentes, luminarias y hombres poderosos para la nación, no nos damos cuenta que perdemos al hombre común y corriente, el único con vocación para ser feliz.
Juan La Mur es Psicólogo Clínico/juanlamur100@gmail.com
Preguntas & Respuestas
¿Qué de atractivo puede tener un hombre común y corriente? Los seres humanos debemos esforzarnos por lograr el éxito y conseguir lo que nos proponemos y eso tiene su precio. Yo estoy dispuesto a buscarlo a como dé lugar.
Usted dice que buscará el éxito “a como dé lugar”. Imagino que le tiene sin cuidado el medio de vida a utilizar para conseguir su propósito. Bueno, caballero, perdóneme, pero creo que sin ser adivino puedo ver que la cárcel de Najayo está en su destino.
Para mi marido, el dinero es como un dios. Nada le importa fuera de su negocio. Me siento tan decepcionada y, sobre todo, temerosa de terminar mi vida con un hombre que no me valora.
¿Puedo esperar un cambio?
Lamento comunicarle que su marido, al igual que tantos hombres programados por esta sociedad consumista y competitiva, tendrá que pasar por una gran pérdida, un dolor terrible que le ponga de rodillas. Mientras tanto, no espere ningún cambio de su demiurgo.
Sólo cuando ejerzo poder sobre los demás, le encuentro sentido a mi vida. Soy gerente de una gran empresa y trato de imponer lo que considero beneficia al negocio. Odio estar de vacaciones. Me resulta imposible divertirme.
Su oficina es una especie de cuartel general en donde usted manda y ordena. Ahora, tengo que decirlo claro y pelao: su vacío interior es tan grande que cuando usted no tiene el látigo se siente desgraciado, una especie de verdugo que sólo cortando cabezas le encuentra sentido a su vida. ¡Miseria total!
¿Qué tiene de malo el que desee que mi hijo sea en el futuro alguien importante, que logre grandes triunfos y consiga con su esfuerzo una buena posición económica? ¿Acaso no es ése el único objetivo de enviarlo a la escuela?
No, señora, ese no debería ser el único objetivo. La educación también sirve para despertar la inteligencia y ponerla al servicio de la colectividad. No es una póliza de enriquecimiento individual. Esto tan sólo creará codicia, poder y corrupción.
Recordatorio
Para todos los que de mil formas diferentes nos vemos afectados por el asesino silencioso…Un cáncer llamado ¡Poder!
Puedes elegir
Puedes elegir una vida de “medallitas en el pecho”, “pedazos de papel en la pared” y “un ego lleno de colesterol”, con lo que sólo conseguirás mucho sufrimiento y decepciones o, por el contrario, darle paso a la inocencia para que no se te malogre la felicidad.
Sensación de pérdida
Si tanto persigues el poder, búscale cura a ese padecimiento, porque casi siempre comienza con una sensación de pérdida que con el paso del tiempo invade todo tu cuerpo y cuando vienes a darte cuenta…ya es muy tarde para encontrarte.
Un juego inútil
Los poderosos están tan ocupados en su juego inútil de soldaditos y héroes que cuando quieren comenzar a pasarla bien ya tienen que morirse. Así se pierden los dones de la vida, sin llegar a comprender que la única razón de la vida es tan sólo el gozo de vivirla.
Sin deseos de poder
Esos seres raros que “desean poco y lo poco que desean lo desean muy poco” son los agradecidos de la existencia dada, tan sólo eso les basta . Nada le exigen ni nada le piden a la vida…Son emperadores que lo tienen todo…No ricos mendigos que no tienen nada.