Precisamente
Por: César Pichardo
Si los ecologistas reclaman la recuperación del medioambiente en congruencia deberíamos también comenzar a trabajar en el rescate del tiempo.
Los deseos, anhelos, metas, esperanzas, sueños bien organizados, pueden convertirse en objetivos. Y transformar en forma racional las aspiraciones que tenemos respecto al tiempo, sin que nos convierta en máquinas. Y permita disfrutar más de la vida.
Sé que en una cultura como la nuestra, tan atada a los procesos de la llamada modernidad, la creatividad incomparable del dominio del tiempo, representa todo desafío.
A veces, corremos; no podemos parar… El resultado es el estrés que se apodera de nosotros y a la acumulación de tensión se le agrega la tendencia de actuar: No podemos estar quietos. Hoy en día todo parece que se caracteriza por la aceleración de todos los procesos; desde el avance de la ciencia hasta el ritmo de cada ser humano. En medio de esta vorágine, cabe preguntarnos: ¿Por qué y para quién organizar nuestro tiempo?
Pienso, que hace falta una reeducación, un entrenamiento. Adueñarnos de nuestro tiempo es hacer en cada momento lo que ha sido planeado; tenerlo previsto, pensado y estipulado, sin caer en la robotización y sin permitir interferencias que nos desequilibren.
Tomar control de nuestro tiempo es exterminar los “debería” y los “tengo que” (esa carga que duele en los hombros y sustituirlos por “hice”, “ya está”, “logré”… La tensión que produce el estrés, no es consecuencia de realizar diversas actividades, sino de la fricción entre lo que tenemos que hacer y lo que realmente hacemos.
Muchas personas temen que al disciplinar el uso del tiempo pierden su espontaneidad. En realidad, el individuo dispone de completa libertad para dar al tiempo. Ahí, se puede dar el permiso de ser audaz y creativo, original y único. Sólo tiene el límite que él mismo se impone.
Si los ecologistas reclaman la recuperación del medioambiente en congruencia deberíamos también comenzar a trabajar en el rescate del tiempo.
Los deseos, anhelos, metas, esperanzas, sueños bien organizados, pueden convertirse en objetivos. Y transformar en forma racional las aspiraciones que tenemos respecto al tiempo, sin que nos convierta en máquinas. Y permita disfrutar más de la vida.
Sé que en una cultura como la nuestra, tan atada a los procesos de la llamada modernidad, la creatividad incomparable del dominio del tiempo, representa todo desafío.
A veces, corremos; no podemos parar… El resultado es el estrés que se apodera de nosotros y a la acumulación de tensión se le agrega la tendencia de actuar: No podemos estar quietos. Hoy en día todo parece que se caracteriza por la aceleración de todos los procesos; desde el avance de la ciencia hasta el ritmo de cada ser humano. En medio de esta vorágine, cabe preguntarnos: ¿Por qué y para quién organizar nuestro tiempo?
Pienso, que hace falta una reeducación, un entrenamiento. Adueñarnos de nuestro tiempo es hacer en cada momento lo que ha sido planeado; tenerlo previsto, pensado y estipulado, sin caer en la robotización y sin permitir interferencias que nos desequilibren.
Tomar control de nuestro tiempo es exterminar los “debería” y los “tengo que” (esa carga que duele en los hombros y sustituirlos por “hice”, “ya está”, “logré”… La tensión que produce el estrés, no es consecuencia de realizar diversas actividades, sino de la fricción entre lo que tenemos que hacer y lo que realmente hacemos.
Muchas personas temen que al disciplinar el uso del tiempo pierden su espontaneidad. En realidad, el individuo dispone de completa libertad para dar al tiempo. Ahí, se puede dar el permiso de ser audaz y creativo, original y único. Sólo tiene el límite que él mismo se impone.