LAS VIVIENDAS Y LOS FONDOS DE PENSIONES
Por: José Gómez Cerda,
Las declaraciones públicas del Banco Central sobre el alcance del proyecto de ley para el desarrollo del mercado hipotecario y fiduciario, sometido al Congreso por el Poder Ejecutivo, sobre los Fondos de Pensiones, aclara parcialmente la situación, sin embargo plantea dificiles expectativas sobre las posibilidades de los trabajadores para obtener una vivienda nueva.
El promedio de salario de los trabajadores del sector formal, está actualmente alrededor de 12 mil pesos mensuales y la canasta familiar anda por los 21 mil pesos mensuales. Ante una situación así como se plantea que “el bajo costo” para una vivienda dentro del plan señalado es alrededor de 2 millones de pesos, de donde van a sacar los trabajadores ese dinero para obtener una vivienda.
La experiencia nacional en materia de viviendas para los trabajadores públicos y privados se caracterizan por un aporte del Estado o de los empleadores para el pago inicial, o para la adquisición de terrenos, como con los casos de todos los planes de viviendas, en las zonas urbanas, rurales y en la industria azucarera.
Si no existe un aporte de uno de éstos sectores, los trabajadores no podrán adquirir viviendas, aunque son los dueños de los Fondos de Pensiones, y sólo se beneficiarán los constructores y los intermediarios de esos planes de viviendas.
El hombre, como ser humano, necesita facilidades para todo lo que sea necesario para desarrollar una vida verdadera humana, como son fundamentalmente el alimento, la educación, la salud, el vestido y la vivienda.
La aglomeración de muchas familias en pocas grandes ciudades industriales ha creado una serie de problemas sociales y económicos, que se reflejan fundamentalmente en las clases sociales de menos poder adquisitivo: uno de esos problemas es la falta de viviendas para las familias trabajadoras.
Entendemos la vivienda como la unidad habitacional que satisface las normas mínimas de construcción relacionadas con la seguridad, la higiene, la comodidad y el disfrute de un acceso fácil al lugar del trabajo, y a las servicios residenciales conexos de calidad adecuada, incluso el suministro de agua y desagües, suministro de electricidad, comunicaciones y transportes, recogida de basuras y servicios culturales, religiosos y recreativos.
Los diseños idealistas y utópicos de ciudades jardines se han quedado en sueños o están reservados para sectores ricos económicamente, hoy existen los grandes edificios prácticos, han sido superados por el lucro y el comercio. Las grandes edificaciones públicas y privadas que manifiestan la grandeza imaginativa de sus constructores han relegado el interés familiar y comunitario: la privacidad se está perdiendo para dar paso a los grandes conglomerados de varilla y cemento, dejando a un lado al hombre y su familia.
La planificación del mercado diseña un nuevo modo de vida para los grandes grupos humanos, especialmente en las zonas urbano-industriales, que implica inseguridad, limitación de espacios y deficiencia de los servicios elementales para el desarrollo humano.
Las apremiantes necesidades habitacionales de los sectores más pobres, tanto en las zonas urbanas como rurales, y su imposibilidad para acceder al crédito privado para la adquisición de este bien, se traducen en una gran demanda por las viviendas sociales ofrecidas por el Estado, por medio de los organismos especializados en viviendas, pero con el peligro de las entregas por intereses partidistas, como ha sido tradicional en nuestro medio..
La instalación de empresas de bienes y servicios que atrae mano de obra, crea la necesidad de buscar instalaciones para los trabajadores y sus familias. Los ejemplos principales son las zonas de turismo comercial y las zonas francas, donde a sus alrededores no existen viviendas adecuadas para los trabajadores, salvo raras excepciones.
Esta situación nos crea la necesidad de desarrollar las capacidades y competencias de reflexión, análisis, evaluación y propuesta que permitan la elaboración de un cuerpo teórico conceptual que contribuya a pensar y elaborar una visión de futuro, sobre las viviendas de los trabajadores, que responda a los diversos requerimientos tanto de tipo territorial, social, económico, ambiental y cultural que emanan de la sociedad actual y en especial los trabajadores.
Los agentes urbanos, los promotores inmobiliarios, que han sido capaces de movilizar gigantescas cifras de capital para el negocio de la vivienda, y utilizar sistemas logísticos de una gran complejidad, no han podido resolver el problema de la vivienda debido a la existencia de una demanda no solvente y a la avariciosa búsqueda de beneficios.
Hoy surge una nueva visión sobre el tema, cuando la Superintendencia de Pensiones del Sistema de Seguridad Social anuncia que parte de los Fondos de Pensiones se invertirán en programas de construcción de viviendas para los afiliados al citado sistema.
Esta proposición debe contar con el respaldo de los tres sectores que sostienen el sistema de la Seguridad Social que son los empleadores, los trabajadores y los representantes del Estado, sin embargo, debe existir una transparencia para evitar vicios que se producen desde las empresas constructoras hasta los beneficiados, para que se actúe con ética, procurando el Bien Común por medio de la Justicia Social para el beneficio de los más necesitados, aquellos que carecen de una vivienda para la protección social de sus familias.
Adquirir una vivienda nueva es un ideal de todos los trabajadores, pero debemos tener creatividad en las inversiones, y es posible que muchas personas lo que necesitan es reparar o ampliar sus viviendas, y esa es una tarea que se puede hacer sin hacer grandes inversiones; los Fondos de Pensiones pueden ayudar también es este aspecto, importante para las viviendas de los trabajadores.
Alrededor de 30.000 viviendas tienen materialidad recuperables, y 648.500 viviendas tienen requerimientos a mejorar.
Las declaraciones públicas del Banco Central sobre el alcance del proyecto de ley para el desarrollo del mercado hipotecario y fiduciario, sometido al Congreso por el Poder Ejecutivo, sobre los Fondos de Pensiones, aclara parcialmente la situación, sin embargo plantea dificiles expectativas sobre las posibilidades de los trabajadores para obtener una vivienda nueva.
El promedio de salario de los trabajadores del sector formal, está actualmente alrededor de 12 mil pesos mensuales y la canasta familiar anda por los 21 mil pesos mensuales. Ante una situación así como se plantea que “el bajo costo” para una vivienda dentro del plan señalado es alrededor de 2 millones de pesos, de donde van a sacar los trabajadores ese dinero para obtener una vivienda.
La experiencia nacional en materia de viviendas para los trabajadores públicos y privados se caracterizan por un aporte del Estado o de los empleadores para el pago inicial, o para la adquisición de terrenos, como con los casos de todos los planes de viviendas, en las zonas urbanas, rurales y en la industria azucarera.
Si no existe un aporte de uno de éstos sectores, los trabajadores no podrán adquirir viviendas, aunque son los dueños de los Fondos de Pensiones, y sólo se beneficiarán los constructores y los intermediarios de esos planes de viviendas.
El hombre, como ser humano, necesita facilidades para todo lo que sea necesario para desarrollar una vida verdadera humana, como son fundamentalmente el alimento, la educación, la salud, el vestido y la vivienda.
La aglomeración de muchas familias en pocas grandes ciudades industriales ha creado una serie de problemas sociales y económicos, que se reflejan fundamentalmente en las clases sociales de menos poder adquisitivo: uno de esos problemas es la falta de viviendas para las familias trabajadoras.
Entendemos la vivienda como la unidad habitacional que satisface las normas mínimas de construcción relacionadas con la seguridad, la higiene, la comodidad y el disfrute de un acceso fácil al lugar del trabajo, y a las servicios residenciales conexos de calidad adecuada, incluso el suministro de agua y desagües, suministro de electricidad, comunicaciones y transportes, recogida de basuras y servicios culturales, religiosos y recreativos.
Los diseños idealistas y utópicos de ciudades jardines se han quedado en sueños o están reservados para sectores ricos económicamente, hoy existen los grandes edificios prácticos, han sido superados por el lucro y el comercio. Las grandes edificaciones públicas y privadas que manifiestan la grandeza imaginativa de sus constructores han relegado el interés familiar y comunitario: la privacidad se está perdiendo para dar paso a los grandes conglomerados de varilla y cemento, dejando a un lado al hombre y su familia.
La planificación del mercado diseña un nuevo modo de vida para los grandes grupos humanos, especialmente en las zonas urbano-industriales, que implica inseguridad, limitación de espacios y deficiencia de los servicios elementales para el desarrollo humano.
Las apremiantes necesidades habitacionales de los sectores más pobres, tanto en las zonas urbanas como rurales, y su imposibilidad para acceder al crédito privado para la adquisición de este bien, se traducen en una gran demanda por las viviendas sociales ofrecidas por el Estado, por medio de los organismos especializados en viviendas, pero con el peligro de las entregas por intereses partidistas, como ha sido tradicional en nuestro medio..
La instalación de empresas de bienes y servicios que atrae mano de obra, crea la necesidad de buscar instalaciones para los trabajadores y sus familias. Los ejemplos principales son las zonas de turismo comercial y las zonas francas, donde a sus alrededores no existen viviendas adecuadas para los trabajadores, salvo raras excepciones.
Esta situación nos crea la necesidad de desarrollar las capacidades y competencias de reflexión, análisis, evaluación y propuesta que permitan la elaboración de un cuerpo teórico conceptual que contribuya a pensar y elaborar una visión de futuro, sobre las viviendas de los trabajadores, que responda a los diversos requerimientos tanto de tipo territorial, social, económico, ambiental y cultural que emanan de la sociedad actual y en especial los trabajadores.
Los agentes urbanos, los promotores inmobiliarios, que han sido capaces de movilizar gigantescas cifras de capital para el negocio de la vivienda, y utilizar sistemas logísticos de una gran complejidad, no han podido resolver el problema de la vivienda debido a la existencia de una demanda no solvente y a la avariciosa búsqueda de beneficios.
Hoy surge una nueva visión sobre el tema, cuando la Superintendencia de Pensiones del Sistema de Seguridad Social anuncia que parte de los Fondos de Pensiones se invertirán en programas de construcción de viviendas para los afiliados al citado sistema.
Esta proposición debe contar con el respaldo de los tres sectores que sostienen el sistema de la Seguridad Social que son los empleadores, los trabajadores y los representantes del Estado, sin embargo, debe existir una transparencia para evitar vicios que se producen desde las empresas constructoras hasta los beneficiados, para que se actúe con ética, procurando el Bien Común por medio de la Justicia Social para el beneficio de los más necesitados, aquellos que carecen de una vivienda para la protección social de sus familias.
Adquirir una vivienda nueva es un ideal de todos los trabajadores, pero debemos tener creatividad en las inversiones, y es posible que muchas personas lo que necesitan es reparar o ampliar sus viviendas, y esa es una tarea que se puede hacer sin hacer grandes inversiones; los Fondos de Pensiones pueden ayudar también es este aspecto, importante para las viviendas de los trabajadores.
Alrededor de 30.000 viviendas tienen materialidad recuperables, y 648.500 viviendas tienen requerimientos a mejorar.