El Che arengó a los que iban a Las Manaclas
Por: Luis Germán Arias
“Manolo insiste en que había que entrenarse militarmente y envía a un grupo de hombres a Cuba (1961). Le manda un carta a Fidel Castro pidiéndole que entrene a 25 de sus hombres y entre ellos estaba yo.
El jefe del grupo era Luis Gómez Pérez; también estaba Pipe Faxas e Hipólito Rodríguez, dos grandes intelectuales.
Yo llegué a finales de 1961 y permanecí allá un año; el entrenamiento sólo duró tres meses.
Nos entrenamos en las provincias Pinar del Río y en La Habana, recibiendo instrucciones directas del Che Guevara de cómo debíamos actuar. Un día conversamos con Guevara la noche entera.
Llegamos a las 11:00 p.m. y la conversación comenzó a las 12:00 porque Salvador Allende estaba con él.
Guevara se pasó todo el tiempo diciéndonos cómo era la guerrilla y cómo actuar cuando se nos presentara algún percance. Uno le preguntó: “Comandante, ¿Cómo podemos superar el miedo?” y él le dijo: “Todos los hombres sentimos miedo y hay que vencerlo”.
Guevara nos confesó que la primera vez que llegó a Cuba se quedó frisado, pero que lo superó.
Nos dijo también que la medicina de los guerrilleros era la hierba del campo, y que el campesino no es un enemigo. Nos comentó que la clave para ganarse su apoyo es vencer a los guardias porque los hombres del campo son duros con los guerrilleros porque los militares son duros con ellos y que si nosotros lográbamos vencer a los guardias, entonces nos seguirían.
Otras cosas que expresó fue que no se extrañaría de que al día siguiente se publicara en un periódico la conversación que sosteníamos y uno de los jóvenes le dijo: aquí todos somos guerrilleros y él le contestó: “En todo grupo siempre hay un traidor”. Y así fue. Había uno, Luis Genao.
Recuerdo con nostalgia que el Che Guevara pedía permiso para irse detrás de una mata a echarse aire con un aparatito, porque era asmático y se cansaba cuando hablaba mucho.
¡Qué gran hombre! El Che decía que a Manolo había que protegerlo y no ponerlo al frente de los combates, pero Manolo decía que él no era gente de estar arrinconado después de que había organizado todo esto”.
El jefe del grupo era Luis Gómez Pérez; también estaba Pipe Faxas e Hipólito Rodríguez, dos grandes intelectuales.
Yo llegué a finales de 1961 y permanecí allá un año; el entrenamiento sólo duró tres meses.
Nos entrenamos en las provincias Pinar del Río y en La Habana, recibiendo instrucciones directas del Che Guevara de cómo debíamos actuar. Un día conversamos con Guevara la noche entera.
Llegamos a las 11:00 p.m. y la conversación comenzó a las 12:00 porque Salvador Allende estaba con él.
Guevara se pasó todo el tiempo diciéndonos cómo era la guerrilla y cómo actuar cuando se nos presentara algún percance. Uno le preguntó: “Comandante, ¿Cómo podemos superar el miedo?” y él le dijo: “Todos los hombres sentimos miedo y hay que vencerlo”.
Guevara nos confesó que la primera vez que llegó a Cuba se quedó frisado, pero que lo superó.
Nos dijo también que la medicina de los guerrilleros era la hierba del campo, y que el campesino no es un enemigo. Nos comentó que la clave para ganarse su apoyo es vencer a los guardias porque los hombres del campo son duros con los guerrilleros porque los militares son duros con ellos y que si nosotros lográbamos vencer a los guardias, entonces nos seguirían.
Otras cosas que expresó fue que no se extrañaría de que al día siguiente se publicara en un periódico la conversación que sosteníamos y uno de los jóvenes le dijo: aquí todos somos guerrilleros y él le contestó: “En todo grupo siempre hay un traidor”. Y así fue. Había uno, Luis Genao.
Recuerdo con nostalgia que el Che Guevara pedía permiso para irse detrás de una mata a echarse aire con un aparatito, porque era asmático y se cansaba cuando hablaba mucho.
¡Qué gran hombre! El Che decía que a Manolo había que protegerlo y no ponerlo al frente de los combates, pero Manolo decía que él no era gente de estar arrinconado después de que había organizado todo esto”.