Dice Guerra de la Restauración fue antireleccionista

Por: Virgilio Gautreaux P.
Este 16 de agosto del 2010 se cumplió un aniversario más del inicio de la guerra de liberación nacional para restaurar nuestra independencia, conculcada por Pedro Santana y la camarilla conservadora que lo apoyaba en su enfermizo deseo de permanecer en el poder.
Con Santana primero y Buenaventura Báez después, nuestra nación padeció lo indecible, debido a su patológico deseo de seguir “subío en el palo” a toda costa.
Luego le tocó su turno a Lilís, cuyas reelecciones compulsivas dejaron al país fuertemente endeudado y con una parte del país entregada a unas pocas familias como pago de deudas reales y supuestas. Estos tres personajes aferrados como pulpos al poder, no dudaron en entregar toda la república a quien pudiera interesar, con tal de mantenerse en el poder.

Santana y sus secuaces alegando “inmadurez” e indefensión de la República, anexaron el país, con el pretexto de protegerlo, pero en el fondo perseguían perpetuarse en la conducción de los destinos nacionales. Su afán corruptivo, los llevó a sacrificar la nación. A entregarla a un imperio con tal de conservar sus privilegios.

Los primeros cincuenta años de la independencia nacional, fueron críticos debido a la fuerte lucha que debió librar el sector liberal de la sociedad dominicana, contra el segmento conservador, poseedor de importantes riquezas, pero aferrado al poder para acumular más capitales.

Esta guerra de Restauración-que abarcó todo el territorio nacional-tuvo su antecedente en los doce años de combate (1844-1856) luchando por nuestra independencia contra el invasor haitiano. En ese duro batallar, casi siempre en desventaja, se forjaron los combatientes de la libertad dominicana. En el campo de batalla durante esa docena de años de combate, se formó el genoma libertario que frustró los planes del caudillo Santana y sus secuaces.

Gregorio Luperón surge como la principal espada contra la presencia del ocupante español en suelo patrio. Más adelante debió este patriota insigne enfrentar al gobierno norteamericano, cuando Buenaventura Báez con su continuismo corrupto, quería entregar la República Dominicana a Estados Unidos, a precio de vaca muerta.

La guerra de Restauración posibilitó el surgimiento de una intelectualidad democrática que durante décadas debió combatir los desafueros, crímenes y trapisondas que impulsaba el continuismo enfermizo de Báez y Lilís.

Los gobiernos de Ulises Heureaux dejaron la nación destruída e hipotecada, pues mientras el dictador sólo quería mantenerse “subío en el palo”, la camarilla que lo aupaba saqueaba el país, abultó las nóminas y endeudó la nación a niveles insostenibles que nos hicieron perder primero la autonomía financiera y posteriormente allanaron el camino para la primera invasión norteamericana.

Posteriormente, el afán reelector de Horacio Vásquez, nos dejó a Trujillo, al cual años después, le seguiría otro reeleccionista que por 12 largos años padecieron varias generaciones.

También es bueno recordar que el afán enfermizo del gobierno golpista de Reid Cabral de continuar en el poder mediante elecciones fraudulentas, condujeron a la Revolución de Abril de 1965 y a la invasión de 42 mil soldados norteamericanos. Sacar esta pandilla golpista del Palacio Nacional, le costó la vida a más de 4 mil dominicanos.

Sin duda alguna, no han sido buenas las lecciones que en materia de reelección, nos muestra la historia dominicana.

La Guerra de Restauración unificó el país con un mando único, firme en su accionar, pero también permitiendo ciertas flexibilidades acorde a las condiciones concretas de la zona que se trate.

Conseguida la victoria de las armas nacionales, muchos de los combatientes retornaron a sus labores habituales-principalmente agrícolas- y no reclamaron honras, medallas o pensiones. Ese fue su ejemplo y su legado.
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